Capítulo 2

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El frío hizo que su despertar no fuese muy bueno. Dedujo que estaba amaneciendo, y el aire húmedo le hizo olvidar que ya casi era verano.

Tenía la garganta seca y le dolía un poco la cabeza. ¿Dónde estaba?, no tenía idea. Aún no abría los ojos, pero si se dejaba guiar por su olfato, esa definitivamente no era su cama. No olía a él, ni a HyeSun. Olía a limpio, a avena y a... hombre.

Y supo que había alguien más en la cama porque ya no lo olía, sino que además lo sintió.

Sintió una respiración suave y muy lenta humedeciéndole el cuello.

«Mierda, mierda».

Intentó recordar qué hizo durante la noche, pero no lo logró. Atrás habían quedado los días de fiesta donde era común despertarse en la cama de Tu-nombre-no-me-interesa. Hacía años que no se acostaba con alguien que no fuese HyeSun.

Se sentó en la cama con mucho cuidado, porque no quería despertar al desconocido. Le echó una mirada y maldijo su suerte: el tipo estaba tapado hasta arriba con la sábana.

Primero sacó una pierna, luego la otra, y cuando estuvo seguro de que podía ponerse de pie sin enredarse con las tapas, se levantó. Soltó un suspiro de alivio cuando se vio completamente vestido. La ropa estaba arrugada, pero seguía en su lugar.

«Eh, sigues siendo fiel».

«Sí, como si importara».

Rodó los ojos y se volteó para mirar el bulto que yacía sobre la cama.

Ya no era un bulto.

Vio la punta de una nariz recta y muy pequeña asomarse por debajo de una almohada, un hombro algo huesudo, y un poco de cabello oscuro y desordenado sobre éste.

Sin saber qué hacer, Yoongi inspeccionó con la mirada la habitación; estaba desarreglada, tenía muebles bastante comunes y olía bien. Como a hogar.

No era para nada de su estilo, pero decidió que el lugar le gustaba. El chico que reposaba sobre la cama vivía como quería, a sus anchas, al parecer. Y eso a Yoongi le agradó.

Probó a mover un pie sigilosamente, y al notar que la madera del suelo no crujía, se movió por la habitación. El departamento era de un solo ambiente, así que no corría peligro de despertar al desconocido con un portazo.

Llegar al pseudo comedor entre sigilosas pisadas fue una travesía, pero divisó sus zapatos a un lado del televisor. Se agachó a recogerlos y se sentó en un sofá para colocárselos. Dio un respingo al hacerlo, porque se sentó sobre algo: una funda de guitarra.

Era negra, y tenía parches de algunos grupos que a Yoongi no le sonaban de nada, pero uno le llamó la atención. Un parche que decía "Jimin" con letras azules y, mira tú por dónde, parecía un graffiti.

Todo se le vino a la mente en cosa de segundos.

Jimin, el chico de los diez mil won.

El de la guitarra y la sonrisa que le llegaba hasta los ojos.

El crío que le invitó una cerveza.

Y una cerveza se convirtió en otra más, y esa otra más en varias más.

Recordó todas las cervezas que se tomó la noche anterior con el crío que no era tan crío. ¿Qué edad tenía? Diecisiete, si mal no recordaba. Rememoró el silencio incómodo al principio, y cómo eso se convirtió en «Dios, Jimin, hablas hasta por los codos». Era nuevo en Seúl, venía de Daegu, como él, pero había nacido en Busan; por eso el acento extraño. Le gustaba la gente, la música, y hablar. Reía hasta por si acaso.

Encantado, Jimin [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora