"CAPITULO 10"

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Ok, ya basta.

Lucinda extendió una gran sonrisa en su rostro, caminó hacia la puerta y me envolvió en un ligero abrazo. Di un pequeño respingo pues aún era un poco molesto.

—Me da tanto gusto tenerte de vuelta —dijo dulcemente.

Entré con paso sigiloso, como si tuviera miedo pero no era eso, me sentía intimidada pues nadie me quitaba la vista de encima. Y no había ruido alguno, estaba segura de que si una mosca hubiera pasado por ahí, la habría escuchado muy bien.

—Ve a tu lugar.

—Claro.

Lucinda siguió escribiendo en el pizarrón y fui a mi asiento en la parte de atrás. Algunas sonrisas y pequeños saludos llegaron por fin, otros sólo me miraban como si fuera un maldito alíen. Me fue difícil sentarme, el yeso ya no estaba pero aún así, mi brazo izquierdo  actuaba por los dos y aunque casi todo el salón estaba al pendiente de lo que yo hacía, nadie me ayudaba. Gracias.

Unas gentiles manos apartaron la silla y se estiraron para tomar mis libros, levanté la vista y unos lindos ojos grises me miraron. Los conocía de algún lado, ¿quién era?... ya lo sabía.

—Déjame ayudarte.

—Gracias, mmm...

—Peter, no te preocupes.

Vaya, vaya. ¿Acaso no pensó que se veía muy mayor como para estar en último año?; después de sentarme y poner atención a lo que Lucinda escribía, quedé en shock. Creí que ya estaban en una clase seria. Nuestra querida maestra escribía muy deprisa los planes que se llevarían para el baile de bienvenida, y  por supuesto, Helena Craiden lo organizaba. Eso significaba una sola cosa: tendría que asistir voluntariamente obligada. 

Tal vez ese era el lado divertido de la escuela. Yo había alcanzado un nivel de popularidad alto, sin quererlo y era momento de que eso se recordara. Un mes de diversión sería suficiente para mantenerme en calma. Y Lena estaría ahí para ayudarme.

Después de perder el tiempo la clase completa, el timbre sonó, todos salieron del salón rápidamente, menos yo. Tomé mis cosas con calma y me percaté de que Peter me observaba, le sonreí y él hizo lo mismo, luego se fue. Ya a solas, Lucinda cerró la puerta. 

—Es bueno que te reintegres cielo —se cruzó de brazos y me miró fijamente.

Mi mente estaba en acuerdo conmigo de que no sería fácil fingir con ella, pero no podía confensarle que las últimas noches lloraba hasta quedarme dormida, que lamentaba cada noche no haber muerto también y que fingía para que nadie me molestara y para que nadie se diera cuenta que me desmoronaba pedazo a pedazo.

—Sí, eso creo.

Fui hacia la puerta y antes de abrirla y salir, Lucinda puso su mano en mi hombro.

—Alexia, estoy aquí para lo que necesites, no lo dudes. Sabes que siempre ha sido así.

No iba a llorar, todos me habían dicho lo mismo desde que estuve "estable", así que le respondí con la misma mentira. Si en casa funcionó con ella era pan comido.

—Se lo agradezco y no debe preocuparse por nada —le aseguré.

Dicho esto salí del salón para poder ir a cualquiera que fuera mi clase, pero una melena castaña se abalanzó contra mí, tirando mis cosas y aplastándome. De nuevo. Lena me examinó de pies a cabeza y me abrazó de nuevo, tal vez no creyó que de verdad vendría a la escuela.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Where stories live. Discover now