Tal vez las cosas sí ocurren por una razón.
[...]
Un accidente.
O tal vez fue la convicción de Charlie Swan por cumplir con su trabajo.
Nadie relamente sabe cómo... pero pasó.
La historia de Stella comenzó mucho antes de conocerlo pero ahora, ellos...
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1997
Los diez años de la pequeña Stella fueron festejados ese día. Charlie había estado buscando todo el día el regalo perfecto para la niña. Las tiendas en las que usualmente Stella le gustaba comprar; ya sabían que durante el mes de agosto iban a ser constantemente visitadas por el jefe de policía.
El hombre, al cual las canas le comenzaban a aparecer poco a poco, se encontraba desesperado. Había recorrido tienda por tienda de Port Angeles pero todo parecía ser insuficiente para el sheriff. En medio de su búsqueda, una llamada interrumpió su desesperación. Era el viejo guardabosques, había encontrado una lechuza herida y no podía curarla porque no dejaba que nadie se le acercara, lo llamó esperando recibir ayuda extra para atrapar y curar a la criatura.
Charlie suspiró, aún debía recoger de la escuela a su hija y sin su regalo de cumpleaños para luego ir al bosque a empaparse entero por una lechuza.
Todo estaba saliendo mal.
[...]
La secundaria para Stella fue algo... curioso. Sus habilidades sociales no eran las mejores, sumado a su corta edad y estar rodeada de adolescentes; si, no era el mejor escenario para hacer amigos.
Algunos susurraban a sus espaldas sobre lo rara que era, sobre el hecho de que una niña de diez años estuviera en su último año de secundaria. Lo último molestaba un poco a Stella, ella podría haber terminado antes sus estudios si el pueblo no fuera tan cerrado y la hubiera adelantado al año correcto; si así hubiera sido, ella habría terminado la secundaria mucho antes.
En su humilde opinión, claro.
Pero estaba feliz, por supuesto que lo estaba. Podría ir a la universidad que ella quisiera y hoy le dieron la noticia de que había aprobado sus exámenes con sobresalientes, además de haber agotado sus créditos extra. Su registro académico era perfecto. Lo más importante, era su cumpleaños y sabía que su padre se quedaría todo el día con ella, seguramente verían películas y comerían pizza.
Ya podía saborear el queso derretido.
El claxon la hizo levantar la cabeza. Vio a su padre elevar la mano y saludarla con una sonrisa.
La niña subió rápidamente a la parte de atrás de la patrulla y con el cinturón puesto comenzó a hablarle de su día a Charlie. Hasta que observó que el camino no era en dirección a casa.
— ¿Papá, no vamos a casa? — cuestionó con extrañeza.
— No te preocupes, el plan de pizza y películas no cambiará. — la tranquilizó. — Me llamaron, Tony necesita ayuda con un pequeño animal lastimado. —
— ¿Tony, el guardabosque con barba larga? —
Charlie soltó una risa. — Ese Tony. Iremos a ayudarlo y luego a casa. ¿Está bien? —