Capítulo 1 "El ascenso"

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Desperté alterada, tenía la impresión de ascender, jadeaba intranquila, intenté ponerme de pie pero mis rodillas me fallaron, caí sobre ellas provocando un estruendo contra el helado piso de metal con el que el cubículo contaba.
El hecho de estar encerrada dentro de esas pequeñas cuatro paredes me causaba una intolerable claustrofóbia.

Estaba dentro de un cubículo de metal oxidado, rodeada con cajas de madera, eran... ¿Provisiones, tal vez? La caja seguía subiendo, el sonido que producía el roce de los metales me provocaba migraña, transcurrieron al menos diez minutos, me sentía terrible, no sabía que era ese lugar, ni siquiera sabía quien era yo. No recordaba quien era yo... Todo era totalmente confuso, no podía más con tal presión. La caja parecía tener la función de un elevador pero, ¿hacia dónde se dirigía?

Sentí un golpe brusco, el cubículo se había detenido.
Un ruido ensordecedor se extendió por el lugar y un rayo de luz cegadora entró por la rendija de las dos puertas que se encontraban colocadas verticalmente encima del elevador.
Cubrí mis ojos con ambos brazos por el radical cambio de luz que se manifestó. Escuchaba voces, definitivamente voces de muchachos, todos murmuraban inquietos como si hubieran observado algo extraño. Aún cubría mis ojos con los antebrazos pero poco a poco empecé a retirarlos de mi vista: todo se aclaró. Eran al menos veinte chicos, todos parecían de aproximadamente diecinueve años, tal vez más. Rodeaban la salida a ese espantoso lugar. Continuaban murmurando.
Uno de ellos bajo a la caja auxiliado por una soga, que los otros chicos sostenían desde arriba. El chico era alto, de tez blanca y cabello castaño claro.

—Hey, lindo ascenso ¿no?— dijo con algo de preocupación en su rostro, aunque supo disimularla.

—¿Quién eres tú?— interrogué angustiada.

—Primero salgamos de aquí, te lo explicaremos todo, pronto.

El chico me ayudó a salir del lugar.
Eran al menos veinte hectáreas de terreno poblado, varios edificios se dispersaban alrededor de la inmensa cantidad de espacio. Un diminuto bosque se distinguía a lo lejos. La curiosidad me ordenó mirar hacia arriba para admirar el cielo junto al sol que iluminaba aquel desordenado pero bonito paisaje; pero qué demonios...
La multitud de chicos me miraba desconcertada. El hasta ahora desconocido que me había ayudado a salir interrumpió mis pensamientos:

—Muy bien ¿quién se ofrece a darle el recorrido?- preguntó levantando la voz. Nadie respondió.—Montón de larchos cobardes, yo lo haré. Vuelvan a trabajar ¡ahora!— ordenó. Todos se retiraron a paso veloz.

—Bueno novata, mi nombre es Newt, un placer.—exclamó ofreciéndome su mano.

—Bien.— murmuré desconfiada mientras evitaba su saludo.

—Te explicaré todo.— suspiró exhausto, como si estuviera harto de repetir dicho monólogo tantas ocasiones.— Estamos en esta ciudad abandonada, somos veinticinco, y no hemos salido porque un domo gigante cubre la ciudad, aunque creo que eso último ya lo habías notado por cuenta propia a juzgar por tu cara de perplejidad cuando miraste al cielo.

No me permití responder nada.

—Te guiaré por el lugar, deja las preguntas al final.

Newt me mostró toda la ciudad, era pequeña pero tenía lo necesario para sobrevivir. Al centro del domo estaba el comedor, la sala de reuniones y los dormitorios, a las orillas se encontraba un pequeño bosque de donde recolectaban madera y comida y por último el granero en donde criaban a los animales que producían leche o de donde obtenían la carne. La idea de asesinar a esos pobres e indefensos animales me parecía escalofriante y desagradable.

—Bueno, eso es todo, ahora haz tus preguntas.

—¿Cómo llegaron aquí?— comencé tímidamente.

The Dome | Maze runner| EN EDICIÓN Where stories live. Discover now