Capítulo 7

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Samuel no lo podía creer, no era uno, eran dos barcos los que se dirigían hacia ellos a una velocidad infernal. La niebla les hacía confundir las distancias, pero estaban cerca. La bandera inglesa ondeaba en el mástil. Venían a por ella, él lo sabía. Ya no podían huir, lo único que les quedaba era presentar batalla.

- ¡Preparad los cañones! - gritó.

Si alguien no se había dado cuenta del peligro, en esos momentos fueron conscientes. Los piratas corrían por la cubierta cumpliendo las órdenes, preparando las armas, sacando los baúles de pólvora de la bodega y limpiando las armas. Rezaba para que estuvieran secas y limpias, húmedas no les servían de nada y un fallo en el fragor de la lucha podía significar la muerte de alguno de ellos.

- Capitán, vienen más detrás - le advirtió Miguel.

Samuel le arrancó el catalejo de las manos, detrás de los que encabezaban la marcha se distinguía la silueta de más. Por Dios, habían traído la armada al completo. Samuel maldijo entre dientes. No era la primera vez que se enfrentaban a tantos enemigos, pero estando en desventaja, los daños eran grandes. Incluso estuvieron a punto de hundirlos, pero las velas y la fuerza del viento les habían ayudado a escapar.

- Que ondea la bandera pirata, señores - le gritó el capitán a su tripulación - vamos a enseñarles que no les tenemos miedo. Serán más, pero nosotros tenemos algo que ellos no tienen... sangre fría.

Los piratas alzaron su voz en un grito de guerra respondiendo a las palabras de su capitán. Eran como en la antigua Roma cuando los generales arengaban a sus tropas para darles fuerzas y ánimo en la batalla que iban a emprender.

A Samuel le faltaba algo por hacer antes de enfrentarse a sus enemigos y tal vez a su muerte. Bajó las escaleras para reunirse con la dama que estaba causando este altercado. Samuel se sentía como Paris cuando secuestró a Helena provocando la guerra de Troya, pero si Helena se parecía un poco a su Christine, ahora entendía al desdichado.

Entró en la habitación y se sorprendió de que siguiera desnuda, solo le cubría una fina sábana que dejaba clarear sus senos y el oscuro triángulo que tenía entre las piernas. Samuel no pudo frenar la erección que creció en sus pantalones con solo la visión de su cuerpo. La deseaba de una forma visceral, era una hechicera que provocaba estragos en su mente. Estaba hecha para el pecado y él ya tenía ganada la entrada al infierno. Los barcos que le perseguían le traían sin cuidado, si iba a morir lo haría de la mejor forma posible. Samuel se sacó la ropa a una velocidad de vértigo y se acercó hasta ella que se sonrojó ante la visión de su desnudez. Christine miraba el cuerpo del capitán y sentía un quemazón que se instalaba en su centro. Era perfecto, estaba moldeado por los dioses y que ese hombre la deseara insuflaba su ego, aunque no pudo evitar pensar que lo hacía con cualquiera que tuviera dos pechos, pero ahora estaba con ella, así que dándose ánimos se levantó hasta la altura en la que se encontraba el capitán y dejó resbalar la sábana por su cuerpo, deslizándose hasta caer en una maraña en el suelo. Estaban los dos desnudos, admirando la belleza de sus cuerpos. Se quedaron mirándose a los ojos, en silencio. En sus ojos había algo más que deseo, pero ninguno de los dos se atrevía a descubrir que ocultaban esos sentimientos.

Se atraían como dos imanes y pronto estaban fundiéndose en uno solo. Samuel devoró la boca de Christine como un sediento que ha pasado su vida en un desierto. La empujó con demasiada brusquedad en el colchón, pero a Christine no le importó, estaban encendidos al mismo nivel. Samuel besó cada parte de su cuerpo antes de entrar en ella con un gruñido de satisfacción. Los movimientos eran duros y rápidos, temía causarle daño, pero ella respondía a todos sus embistes con mayor intensidad. Hicieron el amor ajenos a los peligros que les acechaban en el exterior, eran como si estuvieran en su mundo, dentro de una cúpula. No eran un pirata y una mujer a punto de ser desposada, eran dos personas amándose de la forma más antigua que pueda existir. Llegaron juntos a un orgasmo liberador.

Un mar revuelto (En Corrección)Where stories live. Discover now