Capítulo 6

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- ¿Quieres que me detenga?

Christine en su fuero interno sabía que le tendría que haber dicho que sí, que parara en ese instante, pero no podía, lo deseaba.

- No, no pares.

Y no lo hizo, sintió su erección que rozaba la parte interna de sus muslos y se preparó para lo que venía, sabía que la primera vez dolía. A su mente le vino la voz de la criada. Cierra los ojos...

- ...y piensa en Inglaterra - dijo en voz alta. Samuel se rió en sus labios

- No pienses en Inglaterra, solo siente, siénteme a mí.

Y se introdujo en ella en un solo movimiento, Christine soltó un grito que fue silenciado por la boca del capitán. Ella creyó que la había partido en dos, su centro quemaba y notaba la invasión muy molesta. Él se quedó quieto esperando a que ella se acostumbrara a su tamaño. Christine podía ver las gotas de sudor en su frente y como apretaba los dientes para refrenar el impulso de moverse. Tenía los ojos cerrados y respiraba dificultosamente.

- ¿Estás bien? - ¿Él se preocupaba por ella?

- Joder, necesito moverme - le dijo entre dientes y empezó un suave balanceo.

Poco a poco los movimientos del capitán fueron más rápidos y sus embestidas más profundas. Con un grito gutural derramó su simiente dentro de ella y se dejó caer encima. Después de que recuperara el aliento, se apoyó en el colchón para mirarla sin salir de dentro de ella.

- Lo siento - dándole un suave beso en los labios, un beso de amante - estaba ansioso, pero está vez te prometo que iré más despacio. ¿Otra vez? ¿Ya?

- Sí, otra vez - Uy, había hablado en voz alta de nuevo, parecía que su filtro cabeza- boca estaba dañado.

Samuel la besó, quitando todo pensamiento racional de su cabeza, si le quedaba alguno ahora mismo. Christine sintió como crecía en su interior e hizo una mueca que fue perceptible para él. Aún le molestaba su invasión, era enorme y parecía que llegaba al mismo centro de su ser. Samuel metió sus brazos por debajo de su espalda y dio un giro, dejándola a ella encima. En esa posición, Christine se percató de que no le dolía tanto.

- Muévete como yo lo he hecho.

Ella siguió las instrucciones de Samuel. En esa posición ella llevaba el mando, podía elegir la velocidad y la profundidad de los embistes. Se movía por inercia, imitando los movimientos de él. Christine se apoyó en su pecho y comenzó un balanceo lento que lo llevaba casi a la locura. Samuel se levantó para besarla mientras ella seguía con sus tormentosos movimientos hasta que él, impaciente, le cogió de las caderas instándola a que se moviera más rápido. Juntos llegaron a un clímax abrumador.

Christine se dejó caer en su pecho, podía sentir los veloces latidos de su corazón que se equiparaban a los suyos. Nunca pensó que hacer el amor podría ser tan satisfactorio. A las mujeres se les enseñaba que había que cumplir en el lecho pero nadie les advertía que también podían disfrutar de ello. ¿O dependía del hombre? Porque con su capitán había sido mágico y dudaba que otro le pudiese hacer sentir lo mismo. Los latidos de Samuel se fueron ralentizando, eran como una nana para ella. Medio dormida le escuchó hablar.

- ¿Has pensado en Inglaterra?

- No, solo sentía - dijo repitiendo sus palabras.

- Bien - dijo con una sonrisa de triunfo - ahora duerme

- Sí, mi capitán - dijo con voz varonil, grave, imitando a un marinero.

- Samuel - dijo Christine después de cinco minutos. Él no le contestó, pero sabía que aún estaba despierto - ¿Por qué abandonaste España?

Un mar revuelto (En Corrección)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ