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La sexta botella de cerveza y la fatídica sensación que tenía seguían destrozándome, dos meses en cama apenas levantándome a comer un poco de cereal o a rellenar el vaso de vodka, las vueltas al baño, mi aspecto el peor de toda la vida, ojeras enmarcadas, los pómulos amenazantes, la notable pérdida de peso, la insoportable resaca diaria, lo insoportable que era yo, su aún más insoportable ausencia, los vanos intentos de todos por sacarme, y confieso que era un martirio el par de veces que logre salir fingiendo estar bien, después de eso un mes de perdición de fiesta, drogas, alcohol y mujeres pero siempre volvía a la misma situación ¿Qué caso tenía? El dolor siempre volvía de la misma manera a golpearme de frente justo cuando me encontraba con sus ojos en cada uno de mis sueños, llegue a pensar que eran pesadillas, y lo eran cuando por fin la veía en mis sueños y todos los vanos intentos por tocarla se consumían cuando despertaba bañada en sudor.

Las mentiras eran las mismas cuando alguien preguntaba por ella solía decir que estaba bien, aunque todos ya sabían que no era cierto, nada era sencillo nada era más fatídico que esto, nada,  y yo jamás había sentido tanto dolor hasta aquella mañana cuando desperté con esa llamada en la que me dijeron que le había sucedido lo peor, y sentí como mi alma se me iba a los pies, el aire se quedó atorado en mi garganta y la presión en el pecho no fue nada grata, al escuchar que ella había fallecido.

Leí en algún lugar, quizás lo escuche que las historias de amor, las verdaderas historias de amor mueren con quienes la viven; pero realmente no me gustaría que la nuestra fuera ajena del mundo no recuerdo fechas exactas pero hubo momentos que aun siento en la piel. Nunca fui fan de las historias de amor perfecto, esas donde el protagonista corre tras el tren para alcanzar a su amada, tampoco creía en las historias donde todo está bien al final y todos eran felices, no creía en el siempre porque tenía la idea de que no tenía la vida para prometer algo así, pero con ella todo eso parecía real desde un principio cuando hablamos por primera vez, pero todo era diferente esa mañana, esa mañana de sábado cuando sentí como en un segundo mi mundo entero se había derrumbado ante mis pies, y así los días pasaban pero no conseguía sentirme mejor, o con menos dolor, o más resignada por el contrario solo parecía que todo empeoraba día con día.

EFECTO SECUNDARIO. #CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora