Capitulo 39

21.8K 1.5K 1.1K
                                    

            Antes de abrir un poco más la puerta, Julian se enjuagó torpemente las lágrimas con la manga de la camiseta, en un intento inútil por hacerlo disimuladamente y ensayó varias sonrisas forzadas antes de girar un poco el cuerpo, sin apartar la mano del manillar de la puerta y mirar a la imponente figura de Kei en el sillón.

            —Deberías haberme dejado con Alexander —musitó con la voz ronca—, tal vez si hubiera conseguido sobrevivir hubiera aprendido al menos como satisfacerte.

            Desde que terminó de pronunciar la última palabra, Julian lo vio pasar todo ante sus ojos en unas décimas de segundos. La expresión de Kei se crispó y se levantó bruscamente, acercándose hasta él antes de que Julian pudiera reaccionar y salir huyendo. Kei interpuso su antebrazo sobre su cuello y lo empujó con fuerza, cerrando la puerta entreabierta con la presión del cuerpo de Julian.

            Aterrorizado, Julian se llevó las manos al brazo de Kei, tratando de aflojar la presión y conseguir aliviar la falta de aire.

            —¿Tienes idea de lo que te hubiera sucedido con Alexander?

            Hablaba con la mandíbula tensa y los ojos llameaban de ira. Aún así, Julian no hubiera podido estar más asustado de lo que ya estaba, temiendo que Kei decidiera privarle de la escasa entrada de oxigeno. Intentó asentir con la cabeza, pero no fue capaz de hacerlo.

            —S...

            Tampoco consiguió que su voz pronunciara algo.

            —No, no tienes idea de lo que hubiera sucedido —siseó Kei—, el miedo, el dolor... la muerte se presenta como un alivio y cada día de vida es una tortura. Tienes razón; debí haberte dejado con Alexander.

            El brazo de Kei ejerció aún más fuerza durante un segundo antes de liberar a Julian y dejar que éste diera trompicones hacia delante y cayera de rodillas entre toses.

            —No —musitó Julian con la mano en la garganta, sintiendo un dolor agudo al intentar hablar.

            —Vete —ordenó Kei, dándole la espalda.

            Julian siguió en el suelo, sin moverse.

            —No... no quise decir eso —sollozó, haciendo un esfuerzo por hablar.

            Desde la altura que se encontraba, Julian veía las piernas de Kei borrosas, cubiertas por una neblina húmeda que le cubría los ojos; una mezcla producida por la desesperación, el miedo y el dolor.

            —Para no querer decirlo, se entendió perfectamente. ¿Debería felicitarte? Para ser incapaz de crear una frase completa, has sabido coordinar esa perfectamente.

            Las palabras de Kei estaban cargadas de frío veneno y Julian se encogió en el suelo.

            —No quise decir eso —repitió en un hilo de voz.

            Jamás había pretendido decir algo para molestarle y mucho menos para herirle, ¿por qué todo siempre tenía que resultar de esa manera? Se llevó una mano a la cara y la apretó con fuerza.

            —¿Y qué quisiste decir?

            —Yo... no...

            —¿Qué? —gruñó Kei, dando un paso hacia él. Julian asustado retrocedió a gatas hasta volver a chocar contra la puerta—. ¿Qué? ¡Es tan difícil entenderte! —Kei se acuclilló a su lado y le sujetó la barbilla con la mano, levantándole la cabeza bruscamente—. ¿Qué es lo que realmente quieres de mí? Tienes una manera extraña de aferrarte... No importa lo que te haga, siempre vuelves de la misma manera —Kei sacudió la cabeza—. Dilo, ¿qué quieres de mí? Porque sinceramente, no te entiendo y no creo que nunca pueda entender a alguien como tú.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora