Capitulo 35

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Julian dejó que la mano de Kei lo empujara suavemente sin oponer resistencia. Tenía la garganta tan seca que tampoco creía que fuera a salir algún sonido aunque tratara de quejarse. Ni aunque se hubiera arrepentido...

—¿Seguro que no se rompe si lo usas mucho?

Nathan apartó la rodilla ligeramente, lo justo para poder alcanzar su cintura y rodearla con el brazo.

Julian dio un respingo y miro suplicante a Kei que seguía sujetando su mano sin apartar los oscuros ojos de él. Cuando la mano de Nathan descendió hasta agarrar con fuerza una de sus nalgas, Julian contuvo la respiración con tanta fuerza que dejó escapar un sonido deprimente, provocando la risa de Nathan.

—Todo depende de lo que pretendas hacer con él.

La respuesta de Kei no le ayudó a sentirse mejor. Julian bajó la cabeza y apretó los labios con fuerza, dejando que la mano de Nathan presionara con más fuerza sus nalgas y moviera la mano más hacia dentro.

—Lo que pretenda hacer... ¿eso significa que puedo hacer lo que quiera?

Julian se puso aún más tenso y levantó un poco la cabeza, sólo lo suficiente para mirar a la cara a Kei. El chico rubio seguía con los ojos fijos en él y Julian se dio cuenta de que se estaba aferrando a su mano con tanta fuerza que debía estar impidiéndole la circulación. Aún así, no la soltó, siguió aferrándose a ella como si aquello fuera lo único que podía mantenerlo a flote.

—¿Hola? Hola, hola, ¿hay alguien en casa?

La cabeza de Nathan se interpuso entre Julian y Kei. Primero lo miró a él, con sus ojos azules brillando, y después la desvió hacia e chico rubio.

—¿Qué estás haciendo, Nathan?

—Yo pretendía divertirme un rato —contestó Nathan, apartando las manos de Julian y volviendo a prestar toda la atención en Kei.

Deslizó una vez más la pierna en el sillón, e introdujo la mano derecha dentro de la camisa, sacándola del interior del pantalón con deliberada suavidad. Los ojos de Kei se desviaron hasta el rostro de su primo.

—¿Divertirte un rato?

—No pongas esa cara. Puedo asegurarte que yo puedo ser mejor puta que ese gatito.

Los labios de Kei se curvaron en una sonrisa burlona.

            —Tranquilo. No se necesita mucho esfuerzo para conseguir eso.

            Julian notó como la opresión del pecho aumentaba a medida que lo hacía el rubor de sus mejillas. Volvió a bajar la cabeza avergonzado y clavó la mirada en la mano que seguía estrujando.

            —Exactamente... ¿Quién me habías dicho que era?

            —No recuerdo haberte dicho que fuera nadie.

            Se hizo un silencio incomodo, pero Julian lo agradeció. Las manos de Nathan se habían detenido y se aventuró a mirar de refilón.  Kei mantenía los ojos en el rostro de Nathan a escasos milímetros del suyo, y aunque sólo podía ver la nuca del chico ruso, Julian imaginaba que Nathan no tendría ningún problema en sostener la dura mirada oscura.

            —¿Y para qué habías dicho que te servía?

            —Tampoco recuerdo haberte dicho eso.

            —Te has vuelto un hombre muy frío, Kei.

            Kei sacudió apenas la cabeza.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora