Capítulo 5

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Por segunda vez en el día, me desperté, esta vez con mi cabeza sana.

Me sentía ligera, a pesar de estar somnolienta. Me quedé allí, sin ganas de moverme, reflexionando sobre todo lo que había pasado, en periodo de tiempo tan corto; era increíble como nuestra mente podía alargar el tiempo según lo que hiciéramos. Como una clase se convertía en una eternidad; como estar con la persona que amas se vuelva un segundo.

La quietud en la que se había sumido la casa, hacía parecerla como un lugar fantasma.

Había dos opciones para ello. O yo había abusado de la hospitalidad de Lana y me había dormido por un tiempo más largo de lo habitual; o la fiesta había acabado demasiado pronto.

Con un vistazo a reloj de mi teléfono, me di cuenta que era lo segundo.

Sería mejor cerciorarme de que todo estaba bien antes de irme. Hasta ese momento, no me había dado cuenta que mi chaqueta estaba sobre mí, arropándome; probablemente, Lana había entrado a su cuarto mientras yo dormía plácidamente en su cama.

Me senté, me desespérese y luego salí de la habitación, llevando mi chaqueta sobre mis hombros.

Algún que otro vaso tirado por el pasillo, cigarrillos sin terminar, papeles y botellas de refrescos; todo eso fue con lo que tropecé, mientras hacía mi recorrido al foco de lo que había sido la fiesta; la sala.

Estaba desierta, por supuesto, llena de más indicios de la reunión secreta de jóvenes.

Pensé que no había nadie, no me había percatado que Trevor estaba despatarrado cerca de la puerta que daba a la piscina, como un vigilante, en uno de los sillones individuales; su camisa desabotonada, mostrando su patético pecho y abdomen; me daba asco mirarlo. Estaba dormido, producto de la cantidad de alcohol que pudo tragar durante el día.

Ahora que lo pensaba ¿Dónde diablos estaba Lana?

Con una última mirada, deslicé la puerta y la crucé, buscándola. No me tomo mucho tiempo encontrarla; ella estaba ahí, en el lugar en que hace apenas unas horas disfrutábamos del sol que bañaba nuestra piel, ahora ella lo evitaba, dándole la espalda al sol, a la casa, a Trevor y a mí.

Me moví en silencio, llegando hasta ella, con suaves movimientos, sentándome a la par y entonces pude ver la mitad de su rostro, la mitad de su tristeza. Por alguna desconocida razón, ella incluso lucía confundida, consternada, tal vez me equivocaba, tal vez no; al fin y al cabo estaba viéndola por mi visión periférica. Ahora ella me estaba mirando, inclinando su cabeza hacía mí, apoyándose en mi hombro y yo dejándola consolarse, porque yo quería hacerlo a pesar de todo ¿Por qué no es esa la razón por la que vine? Para estar con ella. Puede que ella me rechazaría y por eso quería tener una conversación con más tiempo, porque en cierta formaba me quería y lo sabía, o puede que ella me quisiera de otra forma.

Pero no era momento de abrir la boca.

Lana pensó lo mismo. Lo que yo no pude prever fue que ella comenzara acomodar su cabeza, en dirección a mí, buscando algo; no, algo no, parecía buscar mis labios. La miré, volteándome directamente y sí, vi miedo, ese miedo que era el reflejo del mío, a ser rechazada, pero yo nunca podría hacerlo y ella lo comprendió.

Lana había levantado su cabeza, su cara cerca de la mía, mientras yo la observaba, pensando en lo increíble de las cosas, en como ella estaba a punto de besarme, en como por fin, en un momento de locura espontanea, iba a saber que era besarla. Pero es que ahora creía que no era el beso en si, sino que era su significado, el que podría tener, porque entonces ella tal vez...

Todo se arruino en una fracción de segundo.

En un instante pase de estar inclinándome, reuniéndome con sus labios y en el otro pase a ser jalada, bruscamente, del pelo, el dolor recorriéndome y dejándome apenas sentirlo, porque pronto vino otro cuando me golpee con las rocas a las que fui lanzada. Maldito Trevor. Debí asfixiarlo con la almohada mientras dormía.

El dolor me había atrapado, estaba presa a mil kilómetros de distancia de lo que se desarrollaba a mis espaldas. Sentía que la mitad de mi cara había quedado pegado en las piedras o al menos una parte de ella. Quería quedarme allí, sería más fácil hacerlo, pero eso sería cobarde de mi parte y yo no lo era.

Tenía que levantarme, a como diera lugar.

Mi cabeza daba vueltas y sentía que, podía caer si me levantaba; mis sentidos empezaban a reunirse conmigo de nuevo, captando pequeñas cosas: una chica con la cabeza baja, temerosa de un idiota que estaba gritándole cosas incoherentes, reclamos tomaron forma poco a poco, enfermándome y desatando ese instinto asesino que siempre quise liberar.

Quería defender a Lana.

–¡MIRAME! –Fue la única palabra que logré captar, antes que me diera cuenta de que los ojos de Lana estaban puestos en mí. Estaba asustada, como cualquier persona normal, de que yo resultara herida, el miedo le llegaba porque no sabía que tanto daño me había hecho Trevor, estaba preocupada porque no sabía que iba a pasar ahora con nosotras, con Trevor, estaba divida en si era sensato luchar o simplemente esperar para que Trevor dejara de gritar, para que la liberara y pudiera correr hacía mí.

Pero ella no pudo tomar una decisión, no porque no quisiera, sino porque yo decidí más rápido. Increíblemente temeraria, tomando decisiones que no sabía que podía tomar.

Considerando que mi cabeza parecía estar siendo martillada, que era más pequeña que mi oponente y que mi fuerza era "menor", todo salió mejor de lo esperado. Dolía y mucho, que mis manos golpearan al idiota era mi sueño hecho realidad, una y otra vez, mis brazos subiendo y bajando, con fuerza sobre el cuerpo de Trevor, conectando con algunas partes de su cuerpo porque yo no tenía un objetivo en específico para eso. Yo quería salvar a Lana, quería defenderla, porque ella no tenía que avergonzarse si yo le gustaba, si ella me correspondía; ella estaría bien si él, ella podría bailar conmigo, podría pintar sus uñas y ella amenazarme con arruinarlas, tanto como quisiéramos, podría perseguirla, aventurándome a que mi trabajo se fuera al diablo; incluso podríamos intentar nadar juntas, sería su maestra y ella sería una pésima alumna; la miraría reír y yo haría lo mismo, bromearíamos sin parar sobre nuestros defectos, acostadas en su habitación y así pasarían las horas.

Trevor se podía ir al diablo.

Pero alguien me jalaba ahora, intentando pararme, separarme del animal que se retorcía debajo mi cuerpo.

–¡Tairi, detente, por favor! –Deje que me arrastrara, por el bien de los tres y porque más que Seguir golpeando a Trevor, quería ir con ella– Tairi, todo está bien.

Ella repitió eso varias veces, la deje consolarme, aunque para ser justas, ella se veía como si yo debiera hacerlo también. Yo sabía que las cosas estaban bien, ella estaba frente a mí y al menos por ahora, segura conmigo y lejos de Trevor.

Mi rostro estaba entre sus manos y sus dedos hacían un registro, comprobando mis heridas, limpiando la sangre que salía mi labio...

Todo era volátil hoy.

No importa quien se movió primero, quien tomo decisiones más rápido. Lo único relevante eran sus labios contra los míos y solo fue un toque, si eso fue, fugaz la luz que se encendió, la electricidad que recorrió mi cuerpo, luces extrañas eran lo que veía mi mente; me morí y había revivido, con una nueva energía, con un nueva visión coloreado de rosa.

Porque ella se separó. Yo no permitiría semejante pecado.

Pero yo perdí el número de veces que toque sus labios, porque nuestros besos no podían durar más que segundos, estábamos comiendo despacio, disfrutando cada gota de placer que nos producía hacerlo. Porque ella me decía que amaba y yo le respondía de la misma manera, había cruzado las líneas, todas las líneas de hecho, porque no me importaba que Trevor nos viera, que todos alrededor lo hicieran.

Y respirando el aire una de la otra, el tiempo paso a ser un eternidad; no había prisas, no había limites, mientras nos besábamos a la luz del sol y el mundo entero.

Chicos, había hecho llorar a uno de ellos, todo por besar a su chica.


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