Del amor al odio propio

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La gente se la pasa hablando de la autoestima, de que uno debe quererse a sí mismo para que los demás lo quieran... A nadie se le ocurrió que también quien finge quererse a sí mismo también es querido, a veces lo actuado parece más creíble que lo sincero y es entonces donde entra la manera moralista de pensar de cada quien.
Una vez escuché en un documental que de 10 supermodelos sólo 1 se siente en verdad así, tal que llegue a la conclusión de que no es tanto lo sincero, sino lo que logras proyectar, y tu forma de ser no siempre tiene que ver con lo que llevas dentro. Conozco chicas "populares" que la gente aplaude por ser explosivas, no importa lo que haya detrás de ellas, conozco chicos y chicas-también de los anteriores conozco chicos, no me crean sexista- en verdad introvertidos, reservados, y solemos alejarnos de ellos sólo por la impresión que nos dan sin siquiera conocerlos, aún cuando algunos-si es que no la mayoría- tienen un excelente sentido del humor y dotes envidiables de buenos amigos. El mundo de hoy vive de apariencias.
Yo no quiero contarles mi infierno cada vez que me siente a escribir, quiero que se den cuenta que una chica o chico como yo no somos enfermos mentales, la mayoría del tiempo incluso parecemos gente normal, hablando de eso -y regresando al tronco del capítulo- fíjense cómo somos los humanos, les aplaudimos a esos estereotipos, los chicos delgados o bastante musculosos, las chicas delgadas, incluso hay quien envidia a las que están esqueléticas -me excluyo de lleno-, pero cuando vemos mal a una chica como yo -o como tú que estás leyendo esto- decimos "está loca". ¿Entienden a qué me refiero? Lo mismo con un chico que padece vigorexia.
Hoy en día la publicidad se divierte señalándonos defectos aquí, defectos allá subliminalmente incitándonos o odiar esto o aquello de nosotros, o a todo lo que somos.  A lo mejor es que a nadie le conviene la autoestima saludable en cada uno de nosotros, sólo imagínense a la industria del adelgazamiento y la pérdida de peso, -¡ja!- serían las primeras en claudicar.
Y es así como terminamos en un mundo que finge promover el amor mutuo y el propio, mientras subterráneamente seduce al odio por partes o en conjunto de uno mismo.

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