~~CAPITULO 6~~

5 1 0
                                        

Capítulo 6 - Zonas de DRS

Estabas empezando a entenderlo:
La pista no siempre es el lugar más difícil de manejar.
A veces, lo complicado es lo que pasa fuera de ella.
Lo que no se dice. Lo que se siente en silencio.

Y Checo...
Checo ya no decía nada.

Desde aquel comentario frío, se limitaba a saludarte con un gesto, a responder lo justo.
Como si hubieras dejado de existir.
O peor: como si solo fueras parte del paisaje.

Te dolía. Claro que te dolía.
Pero también te estaba cansando.

Por eso, cuando Max te propuso escaparse a un karting privado en las afueras de la ciudad, no dudaste.

Max: Te apuesto una carrera. Si me ganas, te invito a cenar. Si pierdes... tú me invitas.

Tú: ¿Y si empatamos?

Max: Nos invitamos mutuamente y fingimos que somos ricos y felices.

Te reíste y
Aceptaste.

Esa tarde fue... libertad.
Sin cámaras. Sin tensión. Solo tú, Max, los cascos y la velocidad.
Los dos corriendo como niños, riendo, chocándose de forma infantil.
Como si el mundo no existiera más allá del rugido de los motores y la adrenalina.

Después de correr, se sentaron en una banquita oxidada del lugar, sudados y jadeando de risa.
El cielo anaranjado pintaba el horizonte mientras Max te lanzaba una mirada de esas que te desestabilizaban.

Max: ¿Ves? A veces solo necesitas correr por correr. Sin presión, sin cámaras, sin premios.

Tú: Y sin alguien que te odie por algo que no hiciste.

Max te miró. No dijo nada.
Pero su silencio fue más comprensivo que cualquier palabra.

Te ofreció su botella de agua y te despeinó de broma como si el mundo no estuviera a punto de explotar.

La cena fue sencilla: comida callejera, cerveza en botellas sin etiqueta, y una conversación que parecía no querer acabarse nunca.

Hablaste de tu infancia, de las veces que dudaste si valía la pena luchar por tu lugar, de la primera vez que te subiste a un kart y sentiste que el mundo finalmente tenía sentido.

Max escuchaba con una intensidad que te desarmaba.
Y entonces te soltó esa bomba.

Max: ¿Sabes qué pienso a veces?
--dijo, con voz suave.--

Tú: ¿Qué?

Max: Que si te hubiera conocido antes... todo sería distinto.

Tu corazón se detuvo un segundo.
No supiste qué responder.
Y tus ojos se fueron al suelo.

Max: No me mires así, no te estoy pidiendo nada. Solo... a veces me gusta imaginarlo.

Max era el refugio.
Pero tú no eras libre.
Tu mente aún estaba atada a alguien que ya no te miraba como antes.

Esa misma noche, mientras tú dormías con el alma hecha un nudo...
Checo y Victoria estaban compartiendo una copa de vino en el hotel.

Victoria estaba brillante, elegante, y casualmente dulce.

Vic: No quería que pensaras que vine a interrumpir nada. Solo... me preocupaba por Max. Y por ti.

Checo: ¿Por mí?

Vic: Sí. Porque cuando tú te involucras con alguien, lo haces de verdad. Y eso... puede volverse en tu contra.

Checo no respondió.
Solo la miró.

Vic: No tienes que decir nada. Solo quiero que sepas que si algún día necesitas hablar... sin juicios... yo estoy.

Y tocó suavemente su mano.

Él no la retiró.
Pero tampoco la sostuvo.
Solo se quedó ahí. En silencio. Con el corazón confundido.

No la deseaba.
Aún no.
Pero por primera vez, no le molestó estar con ella.

Y eso...
Era suficiente para encender una alarma.

Al día siguiente...

Te cruzaste con Checo en el paddock.

Le sonreíste, en un intento de romper la tensión.

Tú: ¿Podemos hablar?

Él dudó. Por una milésima de segundo, pareció querer decir que sí.

Pero entonces apareció Victoria, justo detrás, saludándolo con una mano en el hombro como si fuera costumbre.

Checo te miró.
Y negó con la cabeza.

Checo: No es un buen momento.

Y tú... tú solo asentiste.
Sin mostrar dolor.
Sin mostrar nada.

Pero por dentro, algo se quebró.

Esa noche, encerrada en tu habitación, pensaste en lo que habías sentido con Max.
En cómo su risa te aflojaba el pecho. En cómo su mirada parecía gritar todo lo que sus labios callaban.

Y por primera vez...
Te preguntaste si, después de todo, tal vez estabas mirando al lado equivocado.

No sabías si estabas perdiendo a Checo.
Pero estabas empezando a darte cuenta de que Max estaba justo ahí... y que su mirada nunca había dejado de buscarte.

Y así, en medio de tres corazones,
la carrera más peligrosa apenas comenzaba.

Entre curvas y secretos Onde histórias criam vida. Descubra agora