Minutos después, sentí el colchón hundirse a mi lado. Jaivo no dijo nada al principio, solo me pasó su brazo por encima de la cintura con suavidad, como si preguntara sin palabras si podía tocarme. Me acurruqué sin dudarlo, y él abrió sus brazos para recibirme por completo.

Su pecho subía y bajaba con un ritmo lento y constante. Su olor —una mezcla entre su loción y algo suyo, cálido, familiar— me envolvió como una manta invisible. Sus dedos comenzaron a acariciar mi espalda con movimientos suaves, casi distraídos, pero reconfortantes.

- No quiero agobiarte, Liv... - murmuró de pronto, su voz ronca por el cansancio - Solo... me asusté mucho ayer -

- Lo sé - susurré, con la mejilla apoyada en su pecho - Y yo debería haber dicho algo antes de llegar a ese punto. Pero necesito que confíes en que, si de verdad me siento mal, te lo voy a decir -

- Es difícil - admitió - Cuando te vi casi desmayarte, sentí como si me hubieran arrancado el aire -

Se hizo un silencio. Uno denso, pero no incómodo. Como si ambos estuviéramos procesando lo que sentíamos sin necesidad de decir más.

- Está bien - dijo finalmente, con una exhalación -Vamos a trabajar en eso, sí? Tú me hablas... y yo aprendo a soltar un poco -

Sonreí, sintiéndome más liviana. Era la primera vez que hablábamos de esto sin rodeos, sin intentar ganar la discusión o evitarla.

- Trato - murmuré.

- Trato - repitió él, dejando un beso en mi frente, largo, pausado.

Sus labios se quedaron ahí un segundo más de lo necesario, como si quisiera sellar ese acuerdo en mi piel. Cerré los ojos, dejándome envolver por el momento, por el calor de su cuerpo, por la tranquilidad que me daba estar ahí.

Después de un rato, me moví apenas para acomodarme mejor, y él no dudó en ajustarse también, abrazándome como si yo fuera todo su mundo. Y, en parte, sabía que lo era.

- Sabes qué fue lo que más me dolió? - dijo de pronto, en un susurro contra mi cabello.

- Qué? -

- Que no me dijeras nada. Que pensaras que tenías que callártelo para no molestarme -

Abrí los ojos lentamente, aunque no me separé de él.

- No era eso. No quería que nadie se preocupara... especialmente tú. Solo pensé que se me iba a pasar -

- Te entiendo - asintió -Pero prométeme que, aunque pienses que es "nada", me lo vas a decir. Porque para mí, tú nunca vas a ser una carga -

Me mordí el labio, conteniendo la emoción que me subía por la garganta. No respondí con palabras. Solo levanté la mano y entrelacé mis dedos con los suyos, apoyando nuestras manos sobre mi pecho.

Y ahí, en esa cama de hotel, con el cansancio en los huesos pero el corazón tranquilo, entendí que lo nuestro no necesitaba ser perfecto. Solo necesitaba ser sincero.

Nuestros dedos seguían entrelazados sobre mi pecho, como si juntos intentáramos calmar el ritmo acelerado de todo lo que habíamos vivido en los últimos días. Jaivo no decía nada más, y yo tampoco. Pero el silencio entre nosotros no era incómodo. Era ese tipo de silencio que te deja respirar.

Lentamente, levanté la mirada hasta encontrar la suya. Estaba recostado de lado, mirándome como si quisiera memorizar cada rincón de mi rostro bajo la tenue luz de la lámpara. Sus ojos tenían ese brillo tranquilo que solo aparece cuando todo finalmente encaja.

- Gracias - murmuré, apenas audiblemente.

- Por qué? - preguntó él, con una pequeña sonrisa.

- Por cuidarme... pero también por escucharme -

Jaivo se acercó un poco más, su frente casi rozando la mía.

- Siempre voy a escucharte, Liv. Aunque a veces me tarde en entender, nunca voy a dejar de intentarlo -

Sus palabras quedaron flotando en el aire, suspendidas entre nosotros.

Me acerqué apenas un poco, y él hizo lo mismo, como si el momento se dibujara solo, sin prisas. Su mano soltó la mía para subir suavemente a mi mejilla, sus dedos acariciando la línea de mi rostro como si fuera algo delicado que no quería romper.

Nuestros labios se encontraron con una lentitud hermosa, como si nos estuviéramos redescubriendo en cada milímetro de contacto. No fue un beso de esos que queman, sino uno que calma. Que sostiene. Que dice sin palabras: Estoy aquí. Te elijo, incluso en lo difícil.

Me dejé llevar, con una mano en su cuello, sintiendo su respiración mezclarse con la mía. Su pulgar rozó mi mejilla mientras nuestras bocas se movían con ternura, como si el mundo afuera del hotel dejara de importar por un instante. Nuestros labios se encontraron con una lentitud hermosa, como si el tiempo se detuviera solo para darnos permiso de sentir. Fue un beso suave, cuidado... de esos que no necesitan decir nada, porque lo dicen todo.

Cuando nos separamos, lo hicimos apenas unos centímetros. Sus dedos seguían en mi mejilla, acariciándola con una devoción que me desarmó. Sus ojos, oscuros y cálidos, estaban fijos en los míos, como si no pudiera ni quisiera mirar a otra parte.

- Eres todo lo que necesito, Liv - dijo en voz baja, como si temiera romper la magia del momento - Incluso cuando me desesperas... incluso cuando te callas cosas que me duelen. Te amo con todo eso. Con lo bueno y con lo que no sé cómo manejar aún -

Sentí que el pecho se me apretaba con una emoción difícil de poner en palabras. Apoyé mi frente contra la suya, cerrando los ojos, sintiendo nuestras respiraciones chocar y mezclarse.

- Yo también te amo - susurré, con voz temblorosa - Aunque a veces me encierre... aunque me cueste soltar -

Sus manos bajaron con cuidado por mis brazos, hasta tomar mis manos entre las suyas. Las llevó a sus labios y dejó un beso en cada una, como si estuviera sellando un pacto silencioso entre nosotros. El tipo de gesto que no olvidas.

Me miró de nuevo, con esa intensidad suya que parecía desnudarme el alma.

- No quiero que seas fuerte todo el tiempo - dijo - Quiero que seas tú. Con tus silencios, tus enojos, tu cámara en mano, tus días buenos y los no tanto. No vine a salvarte. Vine a quedarme -

Y entonces volvió a besarme. Esta vez con un poco más de urgencia, con esa mezcla de amor y necesidad que solo aparece cuando sabes que el otro también te elige. Sus manos se quedaron en mi cintura mientras mi cuerpo encontraba refugio en el suyo.

El beso fue lento, profundo. Me sentí flotar. Como si por fin, después de tantas horas de tensión, de saturación y cansancio, todo se acomodara. Como si este momento fuera justo el respiro que necesitábamos.

Me reí bajito contra sus labios cuando lo sentí sonreír en medio del beso.

- Qué? - murmuré.

- Nada... solo que me haces sentir en casa - contestó - Aunque estemos en un hotel en medio de otra ciudad extraña. Eres mi lugar seguro -

Y ahí, entre las sábanas revueltas, el murmullo lejano del pasillo y la luz cálida de la lámpara de noche, entendí que ese día, por fin, había valido la pena.

No por el show. No por las fotos. No por cumplir con el itinerario.

Sino por ese momento exacto.

Por nosotros dos.

lindo capítulo, me gustó

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⏰ Last updated: Jul 17 ⏰

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