—Ah...

            Se humedeció los labios y buscó algo rápido que decir.

            —— ¿Ah, qué? —Insistió Kei — ¿Hay algún problema?

            ¡Se estaba riendo de él! Julian bajó la cabeza deprimido.

            —Sí... —susurró.

            —No te oigo.

            —Sí —repitió Julian en el mismo tono de voz.

            —Sigo sin oírte —continuó Kei, impasible— ¿O será que te da vergüenza reconocer que te duele el trasero?

            Si lo sabía, ¿por qué se lo preguntaba?

            —Sí —dijo un poco más alto, enrojeciendo intensamente.

            — ¿Si que te daba vergüenza?

            Julian tragó con dificultad.

            — Si que duele — murmuró, cerrando los ojos. ¡Y por supuesto que le daba vergüenza!

            Los labios de Kei volvieron a rozar su oreja y Julian abrió los ojos de golpe.

            —No era tan difícil admitirlo, ¿eh? —Se burló— Tenías que haber visto como andas... das hasta lástima... aunque si eres tan... valiente... como para levantarte de la cama, ¿no estarás exagerando?

            —Ah... Yo... yo... lo...

            Julian miró al frente y dejó que las palabras murieran en su garganta. ¿Lo siento? "¿Por qué no disminuyes las veces que dices lo siento al día?" Kevin le había dicho que no dijera "lo siento" ¿Pero sería correcto no pedirle perdón?

            — Ah, ¿qué?

            Julian se encogió un poco y se metió las manos en el bolsillo. El botecito que Kevin le había dado en la habitación seguía en su bolsillo y lo agarró con fuerza en el puño.

            —Nada —murmuró.

            Esperó asustado a que Kei hiciera algún comentario, pero el chico rubio se limitó a guardar silencio, sin soltarlo. Julian sabía que encontrarse abrazado de esa manera no significaba nada, ya que para Kei no significaba nada, pero aún así le gustaba sentir la calidez del cuerpo del chico rubio. Reprimió un suspiro. ¿Estaría enfadado con él? Quizás era un error no haberle pedido perdón...

            —Túmbate en el sofá —soltó Kei, de pronto, con voz apática, mientras lo soltaba— Tengo trabajo que hacer.

            Julian se giró para mirarle. Kei se sentó frente a la mesa y comenzó a enredar una vez más con los papeles que había encima. ¿Por qué sentía ganas de llorar de pronto? Julian apartó la cabeza para impedir que Kei le viera llorar si las lágrimas terminaban cediendo.

            —Vale —gruñó Kei, dando un golpe en la mesa— Siéntate, túmbate... haz lo que te de la gana, pero hazlo donde no te vea.

            Julian cerró los ojos y trató de calmarse antes de girarse con timidez hacia Kei.

            —No — murmuró, ignorando como la mirada de Kei se endurecía— No puedes echarme esta en el...

            Se le trabó la voz y bajó la cabeza avergonzado. De pronto, no se sentía capaz de volver a mirarlo.

            —¿Contrato? —le ayudó Kei con un tono que no mostraba nada— El contrato de tu compra —Siguió Kei hurgando en la herida.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Onde histórias criam vida. Descubra agora