11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (2ª parte)

Start from the beginning
                                    

—No tienes buena cara.

—Me he saltado mi sesión de spa. Un par de horas en el salón y estaré resplandeciente como siempre.

—Tristan no tiene mucha gente en la que confíe, ¿crees que me habría pedido que viniera si no creyera que era lo mejor? —preguntó Myrella.

Lenda apretó los puños, debía reconocer la lógica inherente en el comentario de la mujer pero toda esa situación era demasiado grotesca.

—Creo que más que confiar en ti, confía en el pago que te dará. Y ya me imagino cuál es —añadió con un murmullo. Si era lo que pensaba, la lealtad de la mujer sería incuestionable. De todas formas, era una situación molesta, muy molesta y él estaba demasiado cansado para discutir—. Necesito dormir —reconoció—. Pero Zero tiene que estar bajo vigilancia continua. Está inconsciente pero parece que sus sueños activan los bloqueos así que sufre crisis cada cierto tiempo. No sé el nivel de las lesiones que se ha producido pero... Bueno, no lo sabremos hasta que despierte.

—Si despierta —dijo Myrella con suavidad. Lenda la miró para asegurarse que no había rastro de burla en su expresión. Si la había, la disimulaba muy bien.

—Si fuésemos tú o yo los que estuviéramos en su situación, seguramente no despertaríamos. Pero Zero es... especial —dijo. Los estudios a los que habían sometido al muchacho revelaban mecanismos de regeneración que ni siquiera habían sospechado. «Debo de leer otra vez los informes de Milo, hay algo que se me escapa»—. Creo que si simplemente le mantengo con vida, se curará solo.

Lenda adelantó a Myrella en las escaleras y se paró un momento para comprobar que la mujer le seguía. Abrió la puerta del dormitorio, todavía había rastros de sangre seca en el suelo, se había molestado en limpiarlo lo justo para no resbalar. La luz se filtraba por los ventanales pero Lenda había modificado las lamas de la persiana para que la habitación se mantuviera en penumbras. Zero estaba en su cama. La melena plateada se desparramaba en la almohada destacando sobre las sábanas de color oscuro. Su vida pendía de un hilo pero él parecía dormido como un perfecto Endimión, esperando a la luna.

—Es... —Myrella balbuceó algo pero no llegó a decirlo. Lenda esbozó una mueca sarcástica. Sí, sabía bien la extraña primera impresión que producía el muchacho. La inefable certeza de que alguien así no pertenecía a ese mundo.

—Puedes sentarte en aquella butaca y ponte cómoda —dijo Lenda señalando la silla que hasta no hacía mucho había ocupado él—. Ha tenido una crisis hace poco, así que no debería tener otra en un buen rato pero podría suceder. Si ves que comienza a convulsionar, sangrar o... cualquier cosa —dijo, tras pensarlo un momento—. Si ves que hace cualquier cosa que no sea estar como está ahora, me llamas. Hay un baño tras esa puerta, la cocina está abajo pero apenas hay comida. Encargaré algo dentro de un rato. Allí tienes una tableta con conexión al Fondo del Conocimiento. Creo que me dejo algo... pero no sé qué —pensó en voz alta.

—Pensaba que los óptimos no olvidaban nada —dijo Myrella. Se quitó la chaqueta y la dejó encima de la cama y se descalzó. Se subió en la butaca, probando varias posturas antes de acurrucarse como un gato y se sentó sobre sus pies.

—Una hora más despierto y no recordaré ni cómo me llamo —masculló—. Y ahora, tomaré prestada ropa del príncipe, me daré una ducha y me iré a dormir a la habitación de al lado —dijo, señalando a la pared—. Cualquier cosa, de verdad, por pequeña que sea, me despiertas.

—Bien —dijo Myrella alzando la vista de la tableta—. ¿Eso es todo?

—¿Me estás vacilando? —preguntó Lenda enarcando una ceja.

—Vigilar al chico. Si hace algo que no sea dormir te llamo. Es bastante simple, creo que sabré hacerlo.

—Oh, no, preciosa, esto no tiene nada de simple —replicó con una mueca mientras salía de la habitación—. Creo que antes de la ducha, voy a mantener una charla con tu maridito.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now