parte ii

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Había empezado de un modo extraño, casi cotidiano. Tenía dieciséis y estaba en el dormitorio de su algo-así-como-novio de ese entonces, Jackson. Sus padres no estaban en casa y era una de esas tardes tan calurosas que el mundo se detiene, demasiado perezoso para moverse.

Tenía una entrevista para un trabajo de medio tiempo, pero Jackson no la dejaba irse. Siempre inventando una excusa: "Mira esto", o "Quiero decirte algo". Debería haberse ido hacía 10 minutos, pero seguía allí, sentada en su regazo, mientras él la besaba.

No estaba mal, pero no estaba bien tampoco. Es que no se suponía que estuviera allí, y no sólo por la entrevista. La cosa es que ya había decidido cortar con él. No porque fuera un mal tipo (aunque resultó serlo), es que a Louis él no le gustaba. Y se reían, sí, por horas... ¡Tenían cosas en común! Y él la trataba bien, pero a ella simplemente no le causaba nada, no sentía cosquillas. ¿Por qué seguía yendo cada vez que él la llamaba? ¿Por qué no podía decirle simplemente que no? Era adictiva la forma en que le hablaba, la hacía sentir bonita.

Y solía sentirse la más bonita del mundo antes de que Jackson se las ingeniara para arruinarla para siempre.

La cuestión es que se estaban besando, y riendo, y las manos de él subían de a poco por sus piernas.

―Vamos... ―susurró mientras ella le chuponeaba el labio―, quédate un ratito más, chúpamela, eres tan buena en eso...

(Y debía serlo, porque se lo repetía todo el tiempo).

―No puedo... Tengo que ir a esa entrevista ―respondió. Él gruñó, bajando a su cuello.

―Ve otro día.

―No puedo dejarlo pasar ―Las manos de Jackson treparon por sus muslos―, necesitamos el dinero.

Quizá ese no era todo el motivo por el que debía irse, pero era suficiente. Verdaderamente necesitaban el dinero, eran seis en su casa, y Jay no podía, simplemente no podía con todos los gastos. Jackson sabía esto, lo habían hablado decenas de veces, ebrios en el parque por las noches o sentados en la vereda al atardecer.

Él la besó otra vez, gruñendo y riendo y murmurando.

―Te pagaré ―le dijo.

Louis rió.

―¿Me pagarás por una mamada? ―bromeó―, ¿estás tan desesperado?

―Cincuenta, ¡tengo el dinero! ―le prometió.

―Eso es demasiado dinero por una mamada...

―Hey ―susurró, dejando de besarla un segundo para mirarla a los ojos―, lo vales.

No le pagó ese día, aunque ella se la chupó. Tampoco fue que Louis le pidiera el dinero, ni se le cruzó por la cabeza. Era un chiste, eso era todo. Louis no haría algo así, y él jamás se lo pediría.

Lo hizo una semana después, cuando ella fue a su casa incapaz de postergar lo inevitable: había hablado con Niall y esto tenía que acabar. Estaba jugando con él, lo sabía, y él no se lo merecía.

Estaba callado mientras ella hablaba, sentada en la silla giratoria del escritorio, buscando su mirada evasiva y oscura. Le dijo que lo quería, que era su mejor amigo, pero que no podía seguir viniendo a su casa porque todo se estaba mezclando.

Él levanto entonces la cabeza y la miró con ojos turbios.

―¿De qué mierda estás hablando? ―le dijo―. Sólo te pedí que vinieras para darte los cincuenta.

―¿Qué cincuenta? ―preguntó Louis, quien en esa época todavía no repetía la otra tarde en su memoria hasta el hartazgo, todos los días y todas las noches.

Jackson caminó hasta el escritorio y sacó un billete del cajón.

―Por la mamada, ¿tienes cambio de cien? ―No. Louis no tenía. Ni siquiera había visto uno de cien en su vida, no era la clase de dinero con la que Jay la mandaba a hacer los mandados.

Negó con la cabeza, avergonzada.

―¡Bien! ¡Quédate con el dinero! ―le dijo y le soltó el billete en la cara.

―No lo quiero. No puedo aceptarlo.

Estaba casi llorando. En serio no podía tomarlo, ni siquiera con las manos tocarlo para quitarlo de sus rodillas.

―¿Por qué no? ―le escupió―, me la chupaste cuando te dije que te pagaría, y estoy pagando con una propina bastante generosa. Sólo toma el dinero y vete.

Louis estaba llorando en ese punto, temblando en la silla que se movía con cada suspiro. Se secó las lágrimas y sintió la piel de la mejilla hirviendo bajo su brazo. No supo bien por qué lo hizo, pero buscó en sus bolsillos monedas, billetes, y después cuando recordó que su madre le había dado dinero para los libros, buscó eso en la mochila también.

Las lágrimas caían todavía gordas cuando contó el dinero en el escritorio:

―38,75 ―anunció y guardó el billete de cien en la mochila―. Te daré el resto en la escuela.

Por un momento, mientras Louis se ponía la mochila, hubo silencio. Jackson la miraba, sentado en la cama.

―Lo quiero ahora ―dijo luego, con la voz ronca.

―No tengo ese dinero ―explicó ella, todavía enojada y llorando.

Lo adivinó de algún modo, por el silencio, por el modo en que Jackson se relamió los labios antes de hablar.

―Entonces junta tu dinero, quédate con los cien, y hazme otra mamada ―Louis lo miró con una mueca confusa y frágil de la que no estaba orgullosa―. Pero lávate la cara antes. Das lástima.

X

Todo empeoró después de eso. Los detalles de cómo había expandido su "clientela" hasta el actual grupo de ocho chicos del colegio, era nebuloso y confuso. Aún más cómo había logrado ocultar todo de Niall y cómo le había hecho creer a todo el mundo que cuidaba a unos niños del otro lado de la ciudad para explicar el dinero que llevaba a la casa.

No recordaba mucho de quinto año. Apenas un puñado de tardes, todas mezcladas en una en su memoria, que pasaba caminando hasta el puente para sentarse a las orillas del río. La brisa suspiraba en su oído y acariciaba los cardos, que hacían un sonido como de cosquillas, pero relajante. Había olor cítrico, amarillo y violeta que se le venía a veces, cuando pensaba en esos días. Era un olor sin nombre pero que se sentía liviano y cuando se le presentaba, Louis recordaba los barcos bien lejos, donde el río se convertía en mar, y pensar qué bonito sería estar allí, yendo a otro lado.

Simplemente yéndose.

mad sounds, in your ears / girl!lourryWhere stories live. Discover now