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Las visitas de Bill se habían vuelto algo común para Vivianne, no negaba que este ser, demonio, extraterrestre, le causaba una gran curiosidad. Pues apareció tan repentinamente en su vida que aún le cuesta tener que estar lidiando con sus charlas tontas en sus sueños y en persona. Y ahora mismo estaban charlando en el balcón mientras jugaban cartas y al parecer, Bill estaba perdiendo constantemente.

— ¡Oh, vamos! — Se quejó dejando las cartas en la mesa, mirando a Vivianne con una expresión molesta. — Esto es trampa, una vil trampa.

La pelirroja carcajeo lo suficientemente fuerte para que este pudiera notar el ego de la mujer. Le miró fijamente al demonio y después sonrió.

— Te lo dije, te dije que iba a ganar y no creías en mis sabias palabras — Replicó tomando sus cartas y volviendo a unirlas con las demás, solo observó el movimiento de manos que hacía el demonio. — No sabes perder, Bill. Acéptalo.

— ¡No, esto es trampa! No puede ser posible que una humana como tú pueda ganarme en este juego, yo soy el mejor en todo — Exclamó haciendo un gran berrinche, se cruzó de brazos y apareció una taza de té para poder servirse en otra taza que había aparecido. — ¡Vi todas las líneas temporales en las que pude ganar, no sé en qué fallé!

— ¡Oye! — Llamó la atención de este, dejando las cartas a un lado. — El tramposo aquí eres tú ¿Qué diablos es eso de "líneas temporales"? — Cuestionó frunciendo el ceño. — No vuelvo a jugar contigo nunca más.

Se levantó del asiento tomando las cartas, se dirigió a su habitación y cerró la puerta del balcón dejando a este afuera.

— Vivianne... — Llamó a la mujer pero era inútil, ya lo había dejado afuera. Se levantó rápidamente para tocar la puerta de cristal que estaba frente a él. — Hey Vivianne, no seas así. ¡Fue una pequeña broma! — Confesó falsamente, era obvio que había visto las líneas temporales para poder ganarle a la pelirroja y en estas ganaba en todas, pero prefirió darle la victoria a la mujer.

— Eres un tonto — Dijo, guardando las cartas en un cajón que tenía a lado de su cama. Volvió a la puerta de cristal mirando al demonio afuera. — Vete — Ordenó.

— A mi nadie me dice que hacer — Atacó. — Voy a traspasar la pared y me vas a dar un pequeño abrazo como disculpa por dejarme aquí afuera. ¿Oíste?

— No lo haré, tú no me dices que hacer — Contraatacó.

— Oh, claro que sí.

Advirtió, cuando de pronto ya se encontraba dentro de la habitación. La miró fijamente y después chasqueó los dedos, atrayéndola a él. La miró fijamente y después carcajeó.

— Dame un abrazo, Vivianne — Pidió.

Está negó rotundamente con la cabeza, alejándolo de ella con sus brazos.

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