35. Embarrada

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Elastic heart - Sia

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Emily

A veces la vida tiende a jugarte muy sucio, tanto que el lodo y en peores caso barro que te salpicó, queda permanente en ti y es como una señal, un recordatorio, para que, cuando vayas por ahí y ya lo hayas olvidado, te veas y recuerdes que siempre seguirás así, embarrada. Y todo lo que me había pasado en esas últimas semanas era eso: barro, del más repugnante y pegajoso que me serviría siempre de recordatorio de mí mala y miserable suerte.

Llevaba ya un mes que no sabía nada de Kyan, treinta y un días que sentía que me consumían. Me sentía seca y la sensación de bienestar que tanto anhelaba la veía lejos y a veces pensaba que quizá nunca llegaría. Laura y mi madre pasaron mucho tiempo insistiendo en que fuera al médico; pues mi peso había bajado de forma exagerada, mi sueño no era normal pues constantemente me levantaba llorando, gritando el nombre de Kyan, deseando con todas mis fuerzas que él regresará, pidiendo al cielo que todo fuese un horrible sueño. Pero cuando la realidad se presentaba, me golpeaba y me hundía más, de tal forma que la salida del agujero, en el cual me encontraba, la concebía lejana, imposible.

Y esa era otra noche en que no había logrado dormir bien; pues casi siempre me despertaba de madrugada y el volver a conciliar el sueño se volvía una tarea imposible. Y nada conmigo parecía estar bien, pues aún no les había dicho a mis padres que todo el alimento que ingería lo vomitaba y había intentado controlarlo, pero sencillamente no podía y seguramente a eso se debía mi gran bajo de peso. Aunado a mi mal sueño, creía que pronto podría contraer una enfermedad, anemia o morir.

Asimismo, semanas después que Kyan se fuera, decidí ir a un ginecólogo, quería saber si en verdad me habían hecho algo, y para empeorar todo, el médico me dijo que fui demasiado tarde, que para comprobar tuve que haber ido recién todo pasó, para encontrar restos de fluidos o cualquier otra cosa que indicara que, en efecto, me habían violado. Dejándome, en cambio, unos exámenes para cerciorarse que todo lo demás estuviera bien.

Sin embargo, era claro que esa incertidumbre me perseguirá toda la vida, y eso era más barro que se sumaba a mi cuerpo, a mi vida.

—Buenos días, mi cielo —saludó mi madre, sirviendo mi desayuno en la mesa—. ¿Cuándo iras a hacerte el chequeo médico? —cuestionó, ya habían pasado dos semanas después de eso.

A pesar de todo © [COMPLETA]Where stories live. Discover now