11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (1ª parte)

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«¿Y todo para qué?», se preguntó mordiéndose el labio inferior. «Lo más probable sea que le hayan frito el cerebro». Se dejó caer, resbalando por la pared y se sentó al lado de Zero mientras no dejaba de pensar en lo mucho que le apetecía un cigarrillo y lo lejos que estaba su casa para ir a buscarlos. «¿Y ahora qué?».

El comunicador reclamaba su atención con insistencia. Ya sabía quién estaba al otro lado y no quería ni imaginarse lo que supondría explicar lo que había sucedido. Todavía tenía muy presente la imagen de su amigo destrozado, completamente trastornado por el dolor. Puede que ahora las cosas fueran diferentes, pero no estaba muy seguro de que significara que fuera más fácil. No, aunque no quisiera hacerlo, Lenda era consciente de que tenía que hablar con Tristan, no le quedaba otra. Comprobó que el pecho de Zero siguiera moviéndose antes de dejarle en el suelo, tal y como se lo había encontrado, para ir a contestar al maldito trasto.

—¿Cómo está? —le atacó Tristan nada más admitir la llamada.

—Vive —respondió Lenda escuetamente—. Y cuelga, por favor, tengo que llamar al hospital. Necesita atención médica.

—Tú eres médico, atiéndele —replicó el leónida.

—¡No seas imbécil! —exclamó Lenda fuera de sí—. ¡Está mal! ¡Está muy mal! ¡Necesita vigilancia a todas horas y más recursos de los que tengo!

—¿Qué necesitas? —preguntó Tristan.

—¡Llevarlo a un hospital!

—Te he preguntado qué necesitas —repitió el leónida marcando cada sílaba.

—¡Llevarlo a un hospital! —insistió el óptimo—. ¿Es que no lo entiendes? ¡Si no recibe atención médica en condiciones, morirá! ¡Joder, puede que muera aunque la reciba! Si te importa en algo la vida de ese chic...

—¿Si me importa en algo? —La expresión en el rostro de Tristan habría congelado el mismo infierno. Lenda solía vanagloriarse de ser uno de los pocos a los que el leónida no podía intimidar, pero incluso a través de la larga distancia que los separaba, se encogió ante su expresión.

—Puede que ya esté muerto —dijo en un murmullo sin atreverse a alzar la mirada, pero sentía la necesidad de hacerle ver a qué se estaban enfrentando—. Lo... lo... Tristan, ya lo has visto antes. Aunque viva... muchos quedan vegetales. Y esto no es un trabajo de aficionados, aquí nos estamos enfrentando a Iroh y ya sabes lo que es capaz de hacer.

—Entonces no servirá de nada que lo lleves a un hospital, ¿verdad?

—Cierto —concedió Lenda en un hilo de voz—. Pero allí nos dirían si queda algo para salvar.

—Si lo llevas a un hospital morirá —explicó Tristan—. Todo el sistema está buscándole. En cuanto su nombre salga en una de esas bases de datos irán a por él y yo estoy demasiado lejos para protegerle. —Lenda tragó saliva, y asintió. Después de todo, eso era lo que había pasado en Verdara. No habían transcurrido ni doce horas después de haber anunciado dónde estaba que habían ido a matarle. En Galileo podrían ser aún más rápidos. Y, viendo su estado, mucho más discretos—. Dime qué es lo que necesitas para mantenerle con vida.

—Personal médico para comenzar —murmuró. Lenda alzó la vista y su mirada se cruzó con la de su amigo. Puso los ojos en blanco y suspiró—. Está bien, diré que me he puesto enfermo o algo así. Pero... esto llevará tiempo, Tristan. No será un día o dos, de hecho puede que... —No quiso continuar—. Necesitaré ayuda —repitió.

—Te conseguiré a alguien —aceptó asintiendo con la cabeza—. ¿Qué más necesitas?

—Suministros médicos, suero salino... algunos aparatos no estarían mal. Son cosas que puedo conseguir en mi consulta pero no puedo desdoblarme y estar en dos sitios a la vez. Haré un pedido desde Seguridad Interorbital y ya me ocuparé de justificarlo de alguna forma. A lo mejor necesito tu ayuda en eso, se te da mejor que a mí.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now