«Secretos» Capítulo XI

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- ¿Qué tomas? – preguntó ________________. Una vez en casa de Tom. Gustav estaba aún despierto viendo la televisión. En ese momento no le importaron las diferencias. Y mucho menos que hace unas horas le había tenido temor o algo así. Solo quería hablar con alguien.

- RedBull. – contestó él. Y tomó de la lata una vez más. - ¿Tom no viene conmigo?

- No. – respondió ella, seca. – a preferido quedarse con la muy zo… con su amiga.

- ¿Sara? – Gus esbozó una sonrisa cómplice.

- ¿Tienes otro RedBull?

- Sí, en la nevera…

______________ abrió y cogió una lata, para luego cerrarla y seguir con la conversación.

- Sí Sara. – puso los ojos en blanco. Odiaba el solo hecho de recordar su nombre. Había tenido que soportar toda una noche con sus estúpidos cariños hacia Tom. Había tenido que soportar observar como es que se le pegaba siempre, le tocaba.

Y por último, tener que aguantar como Tom  apuntaba sus ojos a los senos de esa zorra.

- ¿Te cae mal?

- ¿Debería caerme bien? Es una…

- Dilo…

- ¿Zorra? ¿puta? Que se yo. Pero Tom tampoco se queda atrás…

- ¿Él también es una zorra? – ________________ rio al escuchar esa pequeña pregunta.

- Es un idiota… - _______________ tomó del RedBull. Aunque odiaba el sabor de esa bebida, necesitaba ahogar esa furia que tenía adentro con algo.

- ¿Qué hizo?

- ¡La miraba siempre!

- Mujeres… - Gustav blanqueó los ojos.

_____________ se sintió ridícula. Al menos por un momento. Pensándoselo bien había quedado mal con aquella familia. La misma que, como le habían contado, había ayudado incontables veces a Tom en su niñez.

- No puedo creer que te den celos de Sara.

- Ya déjame. – le dijo ______________.

- Tú le gustas a Tom… - le dijo él.

Sincerándose. Realmente lo sabía. Realmente lo notaba. Esta vez no se trataba de la simple mujer que traía a su casa por un día, follaban y no la veía nunca más. Sentía que estaba vez era importante para Tom.

- No lo defiendas ¿vale?

- Está enamorado. Te lo juro. – le volvió a decir. – de otra manera no estarías viva.

Eso le enfrió la sangre por completo. Pero parte de esa enorme sinceridad era cierta. Tom se moría por ella. Tanto… que no se atrevería a hacerle nada nunca.

De pronto se escucharon las llaves interceder en la cerradura de la puerta principal. Es él… pensó _________________. De inmediato se tomó lo que pudo de la lata de RedBull y dejó lo que quedaba sobre la pequeña mesa de centro. Antes de irse a la habitación, se volteó para decirle algo a Gustav.

- Gracias. – le sonrió ella. Una sonrisa sincera. Y tal vez…y solo tal vez… por una milésima de segundo, Gus pudo entender porque Tom se había enamorado de ella.

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