IX. Más allá de Neverland.

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—¡Deja de llorar!—escuchó a un hombre gritar—¡DEJA DE HABLAR DE TU MADRE!

El dolor agudo lo atravesó de repente, como si una daga invisible se hubiera clavado en su pecho, en su pie izquierdo y en la base de su lengua. Dolía como si se la estuvieran apretando con fuerza con un hilo. Se sentó de golpe, el aire ardiente y denso, rasgando su garganta con cada inhalación desesperada, como si estuviera tratando de llenar sus pulmones con hierro fundido.

Intentó levantar sus manos para observar que todo estuviera bien, pero algo se lo prohibía. Aplicó más fuerza y bajó la mirada, encontrándose su mano derecha temblando, rodeada por una correa de tela. Trató desamarrarse de nuevo y otra vez, cada vez con más desesperación, logrando nada más que el roce dañara más sus muñecas. Los músculos se contrajeron con espasmos de pánico, sus piernas se movieron inquietas. Un gemido escapó de sus labios, arrastrando consigo el eco de la angustia. Se retorció en su mente. Su padre, sus compañeros, los fantasmas, los militares....su querida madre.

Ante la necesidad de encontrar algo para salvarse, miró a su al rededor con rapidez. A su derecha una máquina que media su pulso acelerado, a la izquierda una puerta café entre paredes blanca, al frente siete personas observando su pánico. Todos con la misma vestimenta que ella, tan solo un delantal azul que cubría todo lo importante. Agitó su cabeza, rehusándose de ver a esas personas tan tristes. Agarró aire, pero antes de soltar un grito de ayuda, se dejó caer en la cama.

—Odio los hospitales—susurró mientras sus lágrimas caían.

—¿Puedes verme?—preguntó uno de los siete—. Me miraste a los ojos, lo puedes hacer ¿Sabes por qué nadie me puede ver? Los doctores ya no me quieren ayudar ¿Puedes ayudarme a buscar a mi familia?

—Pronto me van a operar y no encuentro mi habitación—dijo otro fantasma.

Yuqi cerró los ojos y luego de respirar hondo un par de veces, comenzó tararear una antigua canción que escuchó alguna vez a lo lejos mientras se escondía en el armario. Era animada, muy bailable, en otra oportunidad ella sí lo hubiese bailado "Its cries (like a baby) in a crandle all night" era lo único que se acordaba de la letra, ya que se estaba concentrando en la animada guitarra.

—¿Song Yuqi?—sonrió al escuchar su nombre. Se volvió a sentar y miró con calma al doctor, no había ningún rastro de su estado anterior—¿Nos podría decir como es que terminó con esas heridas internas?

—Lupus—respondió rápidamente—. Anemia, cáncer de pulmones, leucemia, hemofilia y me atropelló un camión camino al trabajo.

—Señorita, estamos en un lugar seguro, por lo que no tiene necesidad de mentir—se sentó en la silla y le sonrió de la forma que a Yuqi le dieron ganas de vomitar, demasiado amable para su gusto—. Fue encontrada sangrando en el parque donde trabaja, con hemorragias internas en la lengua y su pierna derecha.

—¿Derecha? No, es en el izquierdo—el doctor miró su ficha y asintió con la cabeza, tenía razón—. Tiene que hacer mejor su trabajo, señor.

—¿Y usted como lo sabe?

—Ya dije que ya conozco mis diagnósticos—intentó mover sus brazos, pero soltó un gruñido al ver que seguía amarrada—. Ya me puede desamarrar.

—¿Por qué estaba la orden de hacerlo?—sacó del bolsillo de su delantal blanco una tarjeta con las instrucciones—fue encontrado en su calceta "En caso de desmayo, amarrarme a la camilla"

—Psicosis—respondió con seriedad—. Tengo ataques psicóticos al despertar que me hacen tener alucinaciones y delirios que me hacen pensar que estoy en un campo de concentración para la gente con lupus—su cuerpo tiritó por el supuesto recuerdo—. Pero ya me puede soltar.

Freak [GIDLE]Where stories live. Discover now