III. Cuando las luces se apagan

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Era una noche bella, espantosamente bella desde el punto de vista de Yuqi, que miraba fijamente la casa embrujada. Hipnotizada por su belleza y terror. El diseño era dominado por la antigüedad, como si hubiese hecho mucho antes que todo Seúl, sin embargo, Yuqi sabía perfectamente que fue construido en 1961; su pintura gris estaba desteñida por a propósito y por el paso de los 62 años; la maleza rodeaba el perímetro, dañando la fuente de agua abandonada y las escaleras de la entrada. No había ningún rasgo de que de destrucción, no obstante, tampoco de reparación. Tenía un aura elegante y domínate por sus tres pisos de leyendas. Eso se notaba también de día, pero por la noche era más como un anciano con tanta grandeza que estaba solo y descuidado.

¿Los cuidadores anteriores habrán sentido pena por aquella construcción de madera? Ese era un buen diálogo, pensó Yuqi mientras sacaba su celular para anotarlo.

Giró en su talón para darse cuenta de que no había ningún tipo de luz cerca de ella, aparte de la luna. Tampoco había otro ruido aparte de los insectos. Se quedó tiesa por un tiempo, mirando a la nada mientras analizaba la situación. Estaría nueve horas sola en un el reconocido parque de diversiones Neverland, específicamente en la zona sur de Nevermind. A diez metros de un extenso bosque donde seguro podría encontrar un cuerpo abandonado ¿Será que ahí escondió el cuerpo el asesino? Lo más probable es que la modelo pasó las dos semanas amarrada a un árbol ¿O la dejó en el ático? Ya quería conocer a ese fantasma, si es que seguía en su mundo, para así hacerle todas las preguntas que tenía pasando en ese momento en su cabeza.

"Ves muchas películas" le solía decir su padre y la verdad es que a ella también le molestaba tener mucha imaginación. Le gustaba el realismo, especialmente cuando este superaba las expectativas de la razón humana. Por eso no le gustó estudiar medicina, no estaba la adrenalina que necesitaba. Al principio pensó que seguir los pasos de su padre y se fue al servicio militar ¿Qué era más adrenalínico que agarrar un arma? La pasó bien, correr, saltar, disparar, abusar un poco su talento para intimidar a sus compañeros y todo lo que los soldados hacían. Sin embargo, eran muchas reglas para su gusto y la rutina le estresaba. Luego de una sola semana emocionante, dejó de disfrutarlo. Solo logró terminar el año porque iba a parecer muy débil por irse antes de ese tiempo.

Su cabeza se movió con rapidez al escuchar un susurro. De reojo vio a una sombra ocultándose detrás de un tarro de basura.

—Puedes tomarte tu tiempo para tener la confianza en acercarte—le explicó y volvió a mirar al frente—. Por mientras iré a arreglar los baños.

Dejó su mochila sobre una de las bancas y caminó hacia el restaurante. Las llaves giraban en su dedo índice mientras tarareaba una antigua canción de pop americano. Su fiel cámara de video se encontraba en su bolsillo trasero, listo para grabar cualquier rastro de la modelo o del asesino. Aún podía sentir que la miraban y le agradaba. Si no fuera porque no quería asustarlos, se dedicaría a hablarles o provocarlos. No le importaba si se convertían en sus amigos o enemigos, lo que le importaba era grabarlos.

Al abrir el cuarto trasero del restaurante se encontró con 5 estantes llenos de objetos. Entró dejando la puerta abierta. No solo había herramientas, también había uno pocos libros, cajas con fotos, linternas, una Ouija, un botiquín, una pequeña hacha y muchas cosas más que no le importaban por el momento. Agarró la caja de herramienta y una caja con veneno para ratas. Antes de sus locuras, debía mantener su primer trabajo, no quería perderlo por una ridiculez, ya que dañaría su orgullo. No la criaron para que ser una mujer irresponsable.

Tardó aproximadamente cuatro horas en terminar todo lo que estaba en la lista. Arregló los interruptores como le enseñó su padre a los 10 años para que no volviera a molestarlo con que la luz de la cocina no funcionaba. Arregló un par tuberías bajo los lavamanos como aprendió sola por miedo de que su padre le dijera algo; limpió el lugar como siempre limpió el baño de su casa; coloco el veneno de ratas como explicaba el empaque; repasó con un pincel los letreros de los piratas y prendió las regaderas luego de alejarse del lugar, notando que un par de ellas estaban descompuestos. Aprovechó el momento para arreglarlas, al acabar se sentó donde dejó su bolso y comenzó a tararear su parte favorita de la obra "El trino del diablo".

Freak [GIDLE]Where stories live. Discover now