Trazos de Sangre y Revelaciones

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Había rastros de sangre, el aire frío entraba por la puerta y arrastraba la nieve al interior

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Había rastros de sangre, el aire frío entraba por la puerta y arrastraba la nieve al interior. Algo había que hacer con los cuerpos, no podían quedarse ahí, pero no sabía lo que Galena querría hacer con ellos. Dudaba de que los quisiera como abono en su jardín, por eso ni siquiera los toqué, solo me centré en ella, en el temblor constante que llevaba teniendo desde hacía minutos. Ya no reaccionaba a ninguna pregunta, nombrarla resultaba en vano.

No le quité el ojo de encima al vampiro, quien parecía esperar al igual que yo, era su momento para huir si quería, pero no era su intención.

Recogí el hielo del suelo y me fijé la cantidad de este que se había derretido, no había pasado tanto tiempo. Apoyé mi mano en la frente de Circe y quemaba, quemaba demasiado. Sabía que era por la saliva del lobo, demasiado fuerte, capaz de dejarte inmóvil, perfecto para sus presas. Sabía que ese olor que desprendía de su pelo me sonaba de algo, y que necio había sido trayéndola a su casa, sabrían venir, la habían marcado para seguirla y encontrarla. Al final eran muy buenos rastreadores, su olor se podía oler a una distancia considerable y más entre ellos. ¿Qué mejor que impregnárselo a ella? Habían sido listos.

—¿Qué ha pasado aquí?

Galena apareció, en su mirada había miedo, tiró la cesta que llevaba entre sus manos y seguidamente buscó a Circe con la mirada.

—¿Qué está haciendo él aquí? ¿Dónde está mi nieta? —Su desesperación le hacía tener los ojos llenos de lágrimas.

El vampiro se alejó, yo señalé a Circe en el sofá y ella corrió levantándose su falda para no tropezarse. Sus manos se apoyaron en su rostro y se dio cuenta de lo que había. Seguía sangrando la marca, sus mejillas estaban rojizas y su piel más blanca que de normal.

—Tiene unas costillas rotas.

—¿¡Cómo!? —Nos exigió saber—. Juro que como el responsable de esto seas tú... —Miró al vampiro sin separarse de su nieta.

—Él no ha sido. —No le defendí, pero tampoco negaría lo evidente—. Han sido ellos, la han arrastrado por las escaleras y se ha golpeado con el borde.

Creo que ni siquiera nos estaba escuchando, levantó la sudadera y observó aquellos hematomas que rodeaban toda su caja torácica.

—¿Cuál es tu nombre? —Se incorporó de forma segura y se dirigió hacia el vampiro—. Vas a decirme tu nombre y el motivo por el cuál estás aquí, si no, buscaré la ballesta y te pudrirás en las celdas.

—Arion.

—¿Por qué estás aquí? ¿Qué buscas?

Galena no tenía ningún miedo, se mantenía firme y con la mirada clavada en su rostro.

—Ella me salvó.

Una sonrisa molesta apareció en mis labios, ¿de verdad se pensaba que con esa respuesta iba a calmar todo? Estaría furioso por haberlo tenido encerrado, en cualquier momento se volvería violento.

Sangre de lunaWhere stories live. Discover now