Nadie es quien parece

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No sabía muy bien si lo que estaba haciendo entraba dentro de las prohibiciones de mi abuela

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No sabía muy bien si lo que estaba haciendo entraba dentro de las prohibiciones de mi abuela. De todos modos, tampoco me iba a alargar mucho, solo iba a estar un rato fuera de casa y volvería antes del anochecer. No se daría cuenta. Pensaría que había cogido un taxi, o que algún compañero me había llevado.

Ni siquiera podía estar tranquila en aquel momento que me dirigía al coche de Wyatt, solo podía pensar en que quizás no era la mejor idea después de todo. Pero estaba mejor fuera que en casa, teniendo en cuenta que había criaturas posiblemente peligrosas. La idea de pensar en un plan para defenderme antes de que pasase cualquier cosa era agotador.

Vi la camioneta de Wyatt aparcada a unos metros del campus, metió la llave en la cerradura y me sonrió desde el otro lado antes de que yo abriese mi puerta. Había aceptado a pasar un rato con él, algo que hasta ahora no habíamos hecho y me causaba un poco de nervios. Al sentarme noté este incómodo, con muelles clavándose en mi espalda. El interior estaba sucio, con un extraño olor a humedad... Había polvo, marcas y manchas.

—Lo siento, es de mi hermano —musitó al darse cuenta de que estaba fijándome en todo—. Normalmente suelo coger el otro coche.

No dije nada, solo moví la cabeza de un lado a otro. No quería que sintiera vergüenza por algo así, aunque acababa de enterarme que tenía un hermano, nunca lo había comentado.

Intentó arrancar, pero no funcionó y se caló. A la segunda logró ponerla en marcha. Salimos de allí rápidamente, mientras que mi mano seguía estirando del cinturón atascado que no salía, desistí por completo. Él tampoco lo llevaba y siendo muy irresponsable, me fie.

Los cristales estaban sucios, aunque eso no me impidió ver los primeros copos de nieve que comenzaban a caer lentamente.

—Vaya, está empezando a nevar. —Miró por el parabrisas y después a mí—. ¿Te apetece que vayamos a mi casa?

Aquella pregunta me pilló desprevenida, supongo que esperaba ir a algún bar, cafetería o sitio publico... Aunque, ¿qué más daba realmente? Era él, le conocía desde hacía meses. Nunca había ido a su casa y era un lugar íntimo donde podríamos hablar tranquilos.

—Me parece bien —respondí asintiendo—. ¿Hay alguien?

—No, nadie, no te preocupes.

Algo que agradecía, no quería ningún tipo de presentación forzada ni de expresiones exageradas, suficientes emociones había tenido por un tiempo. Aunque en aquel momento en el ambiente solo había incomodidad, ninguno de los dos sabía qué decir o hacer. No había temas importantes o de los que era crucial hablar. Podía preguntarle por su familia... Quizás por sus aficiones a parte de hacer ejercicio. No tenía ni idea de lo que hablar. Simplemente me mantuve en silencio, evitando que mis piernas se movieran porque si no el asiento chirriaba, mirando las montañas a lo lejos y los copos desaparecer en el cristal. Vivía más cerca de la universidad que yo, pero aún así no se encontraba en el centro.

Sangre de lunaWhere stories live. Discover now