─── Capítulo 16. Una venganza accidental

3 1 0
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


A este punto de su vida, Eyra se preguntaba por qué rayos no estaba en su habitación ensayando sus líneas con el póster de Chat Noir, y una canción romántica de fondo. A veces se imaginaba, ¿qué clase de chico perfecto se escondería detrás de esa máscara? Porque sí, para Eyra, ese superhéroe era el sinónimo de la perfección hecha carne y hueso. No por nada deseaba ir a París e imaginar que era perseguida por un villano, solamente para ser rescatada y decirle "¿puedo tomarme una foto contigo?".

La sonrisa de Eyra se ensanchó y gritó "yei". A su vez, fue silenciada por Blinky.

—No debemos llamar la atención, pequeña —dijo el trol.

La chica se disculpó, dándose cuenta de que, en efecto, no debería estar ahí. Pero ella misma había insistido en acompañarlos a esa misión suicida; porque, técnicamente, estaban buscando la muerte.

A veces se consideraba un imán de los problemas, pues, cada vez que metía la nariz donde no la llamaban, terminaba siendo perseguida por goblins o volando por Arcadia en una gran tormenta de nieve. Aunque algo en su interior le gritaba que esta no sería la excepción. Sobre todo, cuando esperaban que una manada se apareciera para masacrar a un pobre repartidor distraído.

Eyra se frotó las manos, sus dedos estaban tan entumidos que casi no podía teclear en su teléfono.

—¿Qué haces? —preguntó Jim a su lado.

—Vigilando a Myrddin —respondió en voz baja—, mi tío tiene sus ojos puestos en ese sinvergüenza.

—¿Ahora qué hizo?

—Nada, pero sé que está planeando algo y lo voy a descubrir, ¡por mi nombre que es Gerda Maxine Circe Eyra Alhelí Blanche!

—Usaste tu nombre completo, entonces es en serio.

—Siempre hablo en serio, James —añadió entrecerrando los ojos.

—¿Pueden guardar silencio ustedes dos? —regañó el trol de cuatro brazos, algo frustrado por no poder mantener callados a los adolescentes.

Tanto Eyra como Jim asintieron, intercambiaron miradas y evitaron reírse. Estaban en una misión de rescate y debían ponerse serios, aunque la hora en la que supuestamente el repartidor llegaría ya había pasado hace treinta minutos.

Esperaron un poco más, pero a cambio, no recibieron nada más que la decepción.

—Ya son las nueve en punto y no ha llegado, ¡qué grosería! —dijo Eyra revisando su teléfono—. ¡Y para el colmo, quiero ir al baño!

De pronto, como si de una invocación se tratara, escucharon a lo lejos el motor de un vehículo. El camión de entregas se estacionó en frente de la casa.

—Muy bien, saquémoslo de aquí antes de que sea tarde —indicó Jim en cuanto vio al repartidor.

—¡Vamos! —Eyra se puso de pie, pero enseguida, el trol la sentó de un jalón.

Find YourselfWhere stories live. Discover now