13. Los problemas de la vida adulta

26 3 0
                                    

Su clase iniciaba a las 10am. Si quería conseguir una buena ubicación de asiento debería estar dirigiéndose al salón. Sin embargo, estaba yendo a la cafetería; ese día a pesar de que su clase no comenzaba tan temprano le costó muchisimo más despertarse una hora antes para poder desayunar "tranquilo", aunque la realidad era que nunca estaba relajado con su hermana, pero no podía mantenerse de pie sin su dosis diaria de café.

Luego de pedirse un café, tomó un sorbo bien caliente y mientras lo sentía pasar por su garganta lo sintió como si su día recién hubiera arrancado en ese momento. Por las noches tenía insomnio y por las mañanas le costaba muchisimo levantarse, sabía que el café desconectaba la melatonina que tenía en su cuerpo, pero al estar tan acostumbrado a tomarlo no hacía mucho efecto en él, por lo que, probablemente en poco tiempo volvería a tomar otro para sentirse despierto y atento. Siempre se sentía cansado, pero le gustaba tanto que cada vez que lo tomaba las cosas parecían cambiar un poco.

Cuando llegó a su salón creyó que se encontraría a Daniel y que él le habría guardado un buen asiento a su lado. Pero en lugar de eso, solo vio a Kay, quien tenía una bufanda a cuadros que parecía más grande que ella y le rodeaba su cuello. Estaba mirando su cuaderno, ajena a su alrededor. El asiento que estaba a su lado era el último de la segunda fila a un lado de la pared y estaba vacío. Oliver miró los demás asientos que también estaban vacíos pero éstos estaban muy en el fondo y él no llegaría a ver nada desde allí, si el profesor llegaba a escribir algo importante en el pizarrón. Entonces, aunque no lo quisiera, la única "buena" opción era sentarse al lado de ella. Se acercó, pasando por encima de los demás asientos y personas que estaban sentados en ellos, era incomodísimo pero no le quedaba de otra y a él no le importaba que lo miraran mal.

Cuando la chica notó que la persona que se sentó a su lado era Oliver, se sorprendió y se bajó un poco su bufanda para mostrarle su sonrisa, aquella sonrisa dulce que tanto irritaba al chico.

-Hola, Oli, ¿Cómo estas?- Saludó alegre y él odiaba que lo llamen por su diminutivo, ignoró por completo su saludo y le preguntó por su amigo.

-¿Sabes algo de Daniel? Ayer tampoco lo vi... - Comunicó y por su tono de voz parecía preocupado. Sin embargo, era difícil notar las emociones de ese chico y aunque Kay siempre intentaba descifrarlas, no podía.

-Está enfermo, viste que estuvo resfriado estos días. A noche le dio fiebre, debe tener gripe, pero no es nada grave-. Respondió y luego le preguntó curiosa.- ¿No te dijo nada?

Oliver negó sin mostrar ninguna expresión en su cara, ella lo miró confundida. Eran amigos, asi que no entendía cómo Daniel no le pudo contar eso a él. Oliver entendió su cara de interrogación y prosiguió a explicarle.

-No, nos contamos cuando nos estamos muriendo, solo esperamos hasta que el otro reaparezca...- Dijo y la chica lo miró incrédula, él por su parte se encogió de hombros despreocupado. - Para nosotros está bien. No lo entenderías porque seguro con tus amigas se cuentan hasta cuando van al baño-. Agregó e hizo una sonrisa burlesca, la cual, a Kay le ofendía cada vez que se la hacía.

-Tampoco es así, pero nosotras tendemos a preocuparnos más...

-Tú te entrometes, que es distinto a preocuparse.- Él la interrumpió y Kay se sintió frustrada, le molestaba que siempre la tratase como si fuera una metiche.

Pensaba que habían pasado muchas cosas juntos como para que a esas alturas ni siquiera la considerara como una amiga o tuviera un poco de confianza con ella. Sabía que Oliver había sufrido mucho pero a veces sentía que se descargaba con ella, por lo general lo ignoraba pero, esa mañana no se sentía con muchos ánimos para seguirle la discusión. Solo suspiró y volvió su mirada a los apuntes para seguir leyendo. El chico se dio cuenta, y le pareció raro que ella no lo siguiera molestando. Kay era un persona que nunca le importaba si él la trataba mal, seguía sonriendo, y hablando hasta por los codos como un loro. Al ver que no dijo nada y su sonrisa no estaba, algo raro sintió en su pecho que no le gustó.

Hasta que te encuentreWhere stories live. Discover now