3

32 7 7
                                    

- Hay alguien que quiere verte - le anunció un oficial a Dazai poco antes de que iniciara el juicio.

Dazai estaba sentado en el banco de la celda preventiva de las instalaciones del edificio de justicia y alzó la mirada, ligeramente sorprendido.

- Eso no es algo muy frecuente en estos días. ¿Quién es?

No recibió respuesta. El hombre se limitó a echarle una mirada de desprecio y a abrir la puerta para permitir entrar al visitante y luego salió, aunque se quedó la puerta, pendiente de que no pasara nada.

Aunque la persona llevaba un abrigo negro y un sombrero de ala ancha que cubría su rostro, apenas había dado dos pasos cuando Dazai se dio cuenta de a quién le pertenecía la silueta. Esa figura era inconfundible, aunque viviera mil años no se olvidaría de ella.

Un escalofrío bajó por su espalda pero procuró que no se notase. Hizo una mueca de disgusto y mantuvo bajo control el deseo de fingir arcadas.

El visitante se retiró el sombrero.

- Cuánto tiempo, Dazai-kun - su tono pretendía ser afable pero sus ojos brillaban con un brillo helado aunque no carente de diversión -. Qué alegría verte, aunque preferiría que fuera en unas condiciones más favorables.

- Lamentablemente no puedo decir lo mismo, Mori - replicó Dazai -. ¿No me puedes dejar en paz ni un día como hoy?

- Siempre tan encantador. Pensé que estarías deseando darme las gracias por toda la ayuda que te he prestado en un momento tan difícil. Es gracias a mí que hoy tienes un abogado, ¿sabes?

Dazai le miró con hastío.

- No hagas como que me hiciste un favor. Lo único que querías era proteger tu inversión, ¿no?

Mori esbozó una sonrisa que recordaba a la de una serpiente.

- Veo que no hemos perdido del todo nuestra capacidad para entendernos mutuamente. Efectivamente, querido Dazai. Ningún abogado quería tomar tu caso y eso era un problema para mí. Estaba tan angustiado pensando que te acabarías representando a ti mismo como Ted Bundy... Menos mal que tenía a Chuuya, que aunque se sacó el título online no es malo en esto - la mirada que le dirigió Dazai estaba destinada a decirle que se dejase de historias y fuese al grano -. Cuando todo esto acabe, quiero que vuelvas a trabajar para mí. No, no digas nada - Mori había visto que su interlocutor tenía ganas de interrumpirle -. No puedes ponerme ningún tipo de excusa. No es como si tras todo esto fueras a poder regresar a tu antiguo trabajo.

- Haberte ahorrado las molestias, Mori - el tono de Dazai era desapasionado, como si ya no le importase nada -. No va a haber ningún después de esto. Así que ya se lo puedes comunicar a Chuuya, para que no gaste energía en una causa perdida. No pienso hacer nada para evitar la pena capital.

- En circunstancias normales esta rebeldía tuya no me molestaría lo más mínimo - dijo Mori con un suspiro -. Un soborno y estarías fuera de aquí más rápido de lo que se tarda en decir «inocente», pero me temo que en esta ocasión no va a poder ser. El juez es Jouno Saigiku.

Dazai se mostró sorprendido de que Mori tuviera esa información. Se había mantenido en secreto para evitar que el magistrado pudiera sufrir presiones por parte de gente a la que no le importaría que se recuperasen los viejos castigos del imperio romano como meterle en un saco con comadrejas y lanzarle al río, lo cual agradecía porque para morir así, preferiría seguir viviendo.

Jouno era un mito. De él se rumoreaba que en su juventud había pertenecido a una organización criminal, pero en el caso de que las habladurías fuesen ciertas, todo eso había quedado atrás. Él era la perfecta representación de la frase «la justicia es ciega», y no solo porque fuera invidente. Era insobornable y sus penas eran impuestas sin miedo a amenazas ni favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad del acusado. Si era culpable, recibía una pena tan cruel - dentro de los límites de la legislación, por supuesto - que producía la impresión de ser un sádico. Más de una vez había manifestado su admiración por el código de Hammurabi y había expresado su indignación porque el ojo por ojo se considerase ahora barbárico. Sin embargo, si el acusado lograba probar su inocencia, él era el primero en defenderla, sin importarle lo que la opinión pública tuviera que decir al respecto. No era muy popular y más de una vez altos funcionarios descontentos con él habían tratado de cesarlo - por no mencionar los intentos de asesinato que había sufrido -, pero ahí seguía él.

- En ese caso - sonrió Dazai -, me temo que te ha salido el tiro por la culata. Veo más probable que te propongan como candidato al Premio Nobel de la Paz a que quede libre.

- Eso me temo yo también - suspiró Mori con aire teatral -. Ya sé que no le tienes mucho aprecio a tu vida pero, después de todo lo que has hecho y por lo que no han podido apresarte, ¿de verdad quieres ser condenado por asesinar al detective? Yo te conozco, Dazai-kun, sé que hubo una razón de peso para que cometieras ese acto. ¿De veras quieres que se te recuerde como el asesino de tu amigo?

Así que por eso había ido a verle Mori antes del juicio, para ver si conseguía hacerle cambiar de opinión.

- Te equivocas. No me van a condenar por eso. Y es más. Antes de que ese juicio termine lo habré aclarado todo a ojos del mundo. Pero lo que jamás haré es irme a mi casa después de esto. No volveré a trabajar para ti ni muerto y tienes razón, jamás podría recuperar mi antiguo trabajo donde podía salvar vidas, como bien sabrás ya que tú fuiste quien se lo dijiste a Chuuya tras leer mi informe del psiquiatra. Así que adiós, Mori - concluyó -. Estoy seguro de que tienes cosas mejores que hacer que estar aquí perdiendo el tiempo.

Mori volvió a suspirar, esta vez de forma sincera. Se volvió a poner el sombrero y caminó hacia la puerta. Antes de llamar al guardia para que le dejase salir, se detuvo un momento. Sabía que Dazai quería hacerle una última pregunta.

- ¿Por qué ahora sí quieres tenerme bajo tu mando? Tú me echaste de la organización al planear la muerte de mi amigo, lo de salvar vidas solo era su última voluntad. ¿Qué ha cambiado?

- Oh, Dazai - Mori parecía encantado con su ingenuidad -. El peón que se puede sacrificar en una partida puede ser esencial en otra. ¡Buena suerte, Dazai!

Con un chirrido, la puerta se abrió para permitirle abandonar la celda. El guardia miró con cara de pocos amigos a Dazai y le dijo:

- Prepárate. En diez minutos tienes que estar en el banquillo.

- Yo ya estoy listo, habla por ti - respondió él sin inmutarse. Al instante notó una mirada asesina clavada en él.

- ¡Idiota!

Mierda. Chuuya había estado en la puerta todo el rato y seguramente había oído su conversación con Mori.

Buenas noches (una historia de Bungō Stray Dogs)Where stories live. Discover now