Capítulo 29 | Venga, feliz día

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Alaric

Desperté calentito y cubierto por un edredón demasiado colorido como para que fuera mío. Evidentemente porque estaba en la cama de Aurora y no en la mía. La noche anterior, una cosa llevó a la otra y tras la cena nos duchamos juntos, ya me prestó un pantalón de chándal que se había comprado en una talla equivocada y a mí me iba bien, y me quedé a dormir con ella. No era algo que hiciera con las chicas con las que me acostaba esporádicamente, pero con Aurora las cosas parecían ser diferentes.

Me gustaría decir que desperté con ella a mi lado, pero no estaba. Confundido ya que seguía estando oscuro fuera, miré la hora. Las seis de la mañana. Me levanté de la cama para ver si se había despertado para estudiar a esa hora, y nada más abrir la puerta del dormitorio escuché su voz. Hablaba con alguien. O no, simplemente hablaba.

―Creo que estaría bien. ―Rio―. Es una buena idea si no quieres que tu pareja piense que la estás engañando con tu compañera de trabajo. La comunicación es muy importante y que ella confíe más en ti, también.

Me acerqué al salón y entonces entendí qué ocurría. Las luces estaban encendidas, los focos la apuntaban a ella, al igual que la cámara. Debió escucharme, porque se dio la vuelta en cuanto puse un pie en su plano. Me sonrió. Todavía parecía un poco cansada, pero ni punto de comparación con la tarde anterior, que parecía querer echarse a llorar.

―Perdona si te he despertado... Es el único momento que tengo para grabar ―murmuró con una mueca, borrando su sonrisa de golpe.

Negué con la cabeza y me incliné sobre el sofá para besarle los labios. Suspiró sonoramente mientras hundía sus dedos en mi pelo. La urgencia que sentía siempre que la veía por besarla no era ni medio normal.

―Desde tu habitación no se escucha nada, no te preocupes.

―Vuelve a la cama, que es muy temprano.

―Me vestiré e iré a buscar algo para que desayunes.

―Me estoy tomando un café, no te preocupes, anda. ―Volvió a juntar nuestros labios y sonrió―. Duerme un rato más.

―No ―me limité a responder antes de darle un casto beso y separarme de ella para ir al dormitorio.

La escuché chasquear la lengua y decir un «testarudo» que me hizo sonreír. No quería ni pensar en lo que mi yo de hacía tres meses diría a mi yo de esos momentos, vistiéndome a las seis de la mañana para bajar a la cafetería más cercana para comprar un buen desayuno a la chica con la que me acostaba desde hacía demasiadas pocas semanas.

Me vestí, agarré la cartera y salí de nuevo. Caminé fuera de plano y fui en busca de sus llaves. Cuando las tuve en las manos, antes de salir por la puerta le mostré las llaves para que supiera que me iba. No le di opción a réplica, simplemente me marché.

Unos minutos después, subía de nuevo por el ascensor con café para los dos, muffins y un par de sándwiches. Aurora había dicho varias veces en su podcast que era la única de entre sus amigas y su familia que no le gustaba el típico desayuno inglés, que tan temprano no le entraba tanta comida y que con un café y un sándwich iba más que servida. Y yo era exactamente igual, desde bien pequeño. Aun así, era algo que se dejaba para los festivos o fines de semana, aunque en mi familia era casi a diario.

Cuando llegué, ella ya despedía el episodio. Pasé directamente a la cocina sin hacer ruido y lo dejé todo sobre la barra. Saqué de dentro de la bolsa la comida y justo apareció ella con el portátil abierto en las mano.

―No tenías por qué ―dijo mientras pasaba por detrás de mí, acariciando mi espalda por el camino―. Aunque te lo agradezco mucho.

―Te he traído café descafeinado, muffins y un sándwich. Lo que no quieras ahora, te lo llevas a la uni.

En las nubes ©Where stories live. Discover now