Capítulo 15 | Señor F

354 87 12
                                    

Alaric

Uno de mis antiguos profesores de la universidad de jubilaba y había decidido celebrarlo por todo lo alto. Nos había notificado de su decisión a prácticamente todos sus ex alumnos por mail y junto a ello iba la invitación a un evento benéfico que había montado para celebrarlo; quería que llevásemos comida de larga duración para donar al banco de alimentos, y a cambio tendríamos una noche de música, comida y bebida.

Me pareció una idea estupenda, aunque no tuviera ganas de verle la cara a algunas personas con las que me licencié hace más de cinco años.

Theo no me quiso acompañar. Más que nada porque el código de vestimenta no le gustaba. Traje oscuro, ya me diréis qué tiene de malo. No insistí mucho, porque si al final venía obligado, estaría protestando toda la noche. Simplemente quedé con verme en el aparcamiento con Ken, un ex compañero de clase y amigo.

―Te has pasado el código de vestimenta por el forro ―le dije a modo de saludo en cuanto bajé del coche y lo encontré allí fuera.

―No, tío, el gris es un color oscuro.

―Creo que tenemos la percepción de lo oscuro y lo claro un poco diferentes. ―Me reí―. ¿Qué tal, hombre?

―Bien, bien. Como siempre. Tú imagino que de lujo.

―No me quejo. ¿Entramos?

―Claro. ¿Crees que vendrán muchos compañeros de clase?

―No lo sé, espero que no le hagan el feo al señor F y vengan. Ha dado tan solo diez años de clase, no tiene tantísimos alumnos, así que espero que hayan venido todos y no dejen este local vacío.

―Yo también lo espero. Con lo de puta madre que ha sido el señor F.

Coincidía con él.

El señor Ferrera (solo F para la gente, a petición suya) era uno de esos profesores con los que te apetece aprender, con los que saldrías a tomarte una copa y al que le ofrecerías un cigarrillo al salir de clase. No había un solo alumno que hubiese pasado por su clase, que no tuviera un buen recuerdo de él. Yo hacía solo dos meses que no lo veía, ya que usualmente íbamos a tomarnos un café y a ponernos al día, y además él había sido mi psicólogo un tiempo.

Entramos en el hotel, el cuál era de la hermana del señor F y cuyo salón de eventos acogería esa pequeña celebración. O no tan pequeña, porque en cuanto pisamos esa sala pudimos apreciarla prácticamente llena. Muchos trajes, muchos vestidos, pocas caras conocidas.

Nuestro primer curso de especialización había sido el primero en recibir clases del señor F, por lo que la mayoría de los presentes eran más jóvenes que nosotros y se notaba. Quizá por el volumen que usaban al hablar o porque la música que sonaba no la escucharía el señor F por voluntad propia en un millón de años. Decidimos buscarlo para saludarle y no fue demasiado complicado, ya que estaba al lado de una de las mesas altas llenas de copas y canapés.

―¡Qué alegría veros por aquí!

En vez de abrazarnos uno a uno, nos agarró a los dos por los hombros y nos dio un abrazo en conjunto, apretándonos fuerte. Lo bajito que era, y lo mucho que abarcaba. Nos dio un par de palmadas fuerte en la espalda antes de liberarnos.

―¿Cómo estás? ¿Cómo os va todo? ―Nos miró primero a uno y luego a otro.

―Estupendamente, señor F. ¿Tú qué tal? ―preguntó Ken de vuelta.

―¿Quién te ha obligado a poner esta música? ―añadí.

Él se rio.

―Me alegra mucho, Ken. Y... ―Señaló la sala en respuesta a mí pregunta.

En las nubes ©Where stories live. Discover now