Capítulo 14 | Y aquí estoy

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Aurora

Si había algo que me satisfacía y me hacía sentir segura de mí misma, era que la gente contara conmigo como profesional por la razón que fuera. Y cuando una profesora del máster de comunicación digital de la universidad me pidió que fuera a charlar con los alumnos de éste sobre el podcast, casi me dio algo. ¡Sobre el podcast! La verdad es que no me lo esperaba; antes esperaba que me pidieran dar una charla de psicología, de algún tema relacionado, de alguno en común entre mi campo y el suyo. Pero no. ¡Sobre el podcast!

Así que el viernes, cuando no tenía nada que hacer salvo pasar consulta por la tarde y grabar y editar el podcast, busqué el edificio de comunicación de mi universidad para encontrarme con la señora Santana, la cuál no conocía hasta hacía cuatro días. La encontré en la entrada, tal y como me había dicho que haría.

―Ostras, qué frío hace aquí dentro, ¿no? ―pregunté de camino hacia la sala donde daría la charla.

―Sí, hija, sí. Se nos ha estropeado la calefacción y hasta el lunes no volveremos a tenerla. Espero que esta tarde vengan a arreglarlo o probablemente queme alguna que otra oficina.

Me reí sin poder evitarlo y ella me guiñó un ojo. Me enseñó un poco la facultad mientras íbamos a la sala de conferencias y también me explicó que uno de los proyectos de ese semestre para los estudiantes de no sé qué asignatura, era crear un podcast y hacer cinco episodios. Eso se subiría al portal de la universidad y la gente podría escucharlos allí, incluyendo los profesores que eran los que los evaluarían. Por ello, que yo les explicara un poco cómo funcionaba todo, les iría bien.

―Va a ser casi una clase ―admitió―, pero a alumnos con más edad que tú.

―A ver qué tal sale. ¿Hay algo en específico sobre lo que quieres que haga hincapié?

―No, tienes total libertad. ―Sonrió.

Entramos en un salón grande, casi idéntico a la sala de conferencias de mi edificio. Me contó que también había sido parte del proyecto de ampliación de los espacios que habían hecho en la universidad hacía unos pocos años. Era un campus muy grande, con acogida a muchas especialidades, másteres, doctorados y cursos, por lo que habían decidido hacer más grandes los edificios para que se pudieran hacer más actividades, como acoger conferencias, sin tener que dejar a un gran grupo de personas sin clase durante unas horas.

Esa sala tenía algo diferente a la nuestra, y es que había un sinfín de material audiovisual, lo que se espera de un edificio en el que se daban todo tipo de especialidades relacionadas con la comunicación. Me daba mucha lástima que no fuera a poder usar todas esas cosas, ya que tan solo usaría la pantalla digital; ni siquiera el ordenador, porque usaba mi móvil para pasar la presentación a la pantalla e incluso para pasar las diapositivas.

―La charla es para unos alumnos en concreto y abierta, y voluntaria para los primeros. Aquí suelen pasar de todo lo que son conferencias, prefieren pasar ese rato en la cafetería cotorreando que aprendiendo algo que les va a ser útil para el proyecto, así que no te sientas mal si ves que esto no se llena. Si vienen diez, ya lo consideraré un éxito; cinco, lo esperado; ninguno, una decepción.

―No te preocupes, imagino que nadie llena una sala en su primera charla.

―Tú ya has dado muchas y todas llenas. ―Me guiñó un ojo. Su mirada se desvió rápidamente hacia la puerta, hacia adónde empezaban a llegar algunas personas―. Voy para allá. Yo te aviso cuando puedes empezar, ¿bien? Si quieres, esa puerta lleva a una salita con máquina expendedora de bebidas y comida, y otra de café y chocolate. Está vacía, toda tuya.

―Está bien, muchas gracias, señora Santana.

Mientras entraban algunas personas a la sala, yo dejé mi bolsa en la silla de detrás del escritorio que había en la tarima, y aproveché para ir a buscarme una botellita de agua por si la necesitaba durante la charla. Debo admitir que, por primera vez, estaba un poco nerviosa. Seguía teniendo que hacer una explicación sobre algo que controlaba, pero en esos momentos tenía más miedo de hacerlo mal que en una exposición, porque en este caso nadie me evaluaba; la gente podía llevarse una imagen pésima de mí si no lo hacía bien. Aunque fueran cuatro gatos.

En las nubes ©Where stories live. Discover now