-¿Usaste todo...?

-¿Algún problema? -La voz de Daniel resonó en la habitación, empapada de autoridad y desprecio.

-No tengo más. -La respuesta de Renzo fue apenas un murmullo.

-¡Pídele a tu hermana! A un amigo, a quien mierda sea. Me importa un carajo, pero resuélvelo. ¡Y que sea rápido! -ordenó con un tono que se elevó en un crescendo repleto de furia.

Renzo se dirigió a la cocina con paso pesado. Tomó su celular y marcó el número de su hermana, buscando una salida a la situación cada vez más desesperada en la que se encontraba.

-¿Renzo?

-Hola, Silvi. ¿Cómo estás?

-Acabo de salir de la escuela. Nos sacaron antes. Hubo un temblor muy fuerte hace un rato. ¿Se sintió desde allá?

-No. Escucha, estoy en casa y no hay nada para comer. ¿Tienes algo de dinero?

-¿Y nuestros ahorros?

-No... -Suspiró-. No queda nada.

-Oh, bueno. Sí, tengo un poco. Compraré algo de camino.

-Espera ahí, te puedo buscar en la moto.

-¡No, no, no! Tú no te vas a ningún lado -Daniel inclinó su torso para que la línea de su mirada pudiera encontrar la de Renzo desde la sala-. Necesito que me traigas algo.

Renzo quitó el celular de su oído y abandonó la cocina.

-¿No querías que comprara comida?

-Que lo haga tu hermana. Quiero que busques algo para mí.

Renzo no tenía que ser un genio para anticiparse sobre lo que ese sujeto quería. Se le cruzó por la mente preguntar cómo compraría ese «algo», pero si se pasaba de la raya con las preguntas no le iría nada bien. Apenas se había recuperado de la paliza de la última vez, y por el momento, no deseaba ganarse otra.

Asintió ante la petición sin decir más nada, pero preguntándose, tal y como hacía cada noche, cómo es que había llegado a esta precaria, tortuosa y humillante situación.

Renzo terminó la llamada con su hermana, Daniel sacó un puñado arrugado de billetes que tenía en el bolsillo y se la arrojó al suelo; cuando lo hizo, su bata se abrió lo suficiente para que Renzo pudiera notar la pistola que Daniel siempre guardaba en el estuche que cruzaba por su pecho. Ni siquiera en la tranquilidad de su «hogar», ese hombre se desprendía de esa porquería.

-Ve al taller de Roosevelt y pídele al mecánico la misma mierda que me dio ayer. Dile que no pude probarla porque la maldita adicta de tu madre se la metió de lleno cuando yo estaba cagando. -Mientras hablaba, echó un vistazo a la madre de Renzo tendida en el sofá, y sus labios se encorvaron en una sonrisa socarrona-. Pero por cómo le dura el efecto, parece que es mierda de la buena.

Renzo guardó silencio, pero en su mente imaginaba escenarios en los que reunía todo su valor, se lanzaba hacia Daniel y lo golpeaba sin piedad. Visualizaba con total detalle cómo los dientes de la asquerosa sonrisa de ese hombre volaban en todas direcciones, una tras otra.

Renzo se agachó y recogió el bollo de dinero del suelo. A veces, cuando la brecha de silencio entre ellos se prolongaba, Renzo llegaba a creer que Daniel podía leer sus pensamientos, que era consciente de cada fantasía de venganza que cruzaba por su mente.

Y era en esos momentos en dónde, con un perturbador goce manifiesto, la sonrisa de Daniel se ensanchaba todavía más.

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⏰ Last updated: Apr 28 ⏰

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Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now