5. Y el infierno se abrió (2)

191 33 13
                                    


-Muy bien. Haz todo lo más rápido posible y vuelve con nosotros a la camioneta. Te esperaremos todo lo que podamos.

Samantha asintió.

-Confía en mí.

*****

Iván Santini fue un hombre de mediana edad con una apariencia impecable. Era alto y esbelto, por lo general usaba su cabello negro peinado hacia atrás, revelando una frente ancha y despejada que nunca tuvo temor a mostrar. Sus ojos eran de un intenso color azul que contrastaba muy bien con su piel tostada.

A pesar de su aspecto sofisticado, a Iván le encantaba hacer bromas y era famoso entre sus amigos por su ingenio. Antes del apocalipsis, Iván era una persona muy exitosa en su carrera y tenía una gran pasión por la filantropía. Dedicó mucho tiempo y dinero para ayudar a organizaciones benéficas en todo el mundo y siempre fue un hombre bondadoso y generoso que buscaba, ante todo, hacer el bien.

Fue difícil para Franco ver sus intestinos, siendo el platillo principal de un grupo de seis zombis que le habían acorralado.

«Franco, déjame hacerlo. No te voy a defraudar, amigo. Necesito hacer esto... es importante, no solo para mí, o para el equipo, sino que para toda la humanidad», recordó aquellas palabras antes de la selección de tareas.

La escena era espeluznante, como poco. Uno nunca se acostumbraba a presenciar a alguien que conocía en un estado tan deplorable e inhumano. Iván, al parecer, se había caído desde el techo de la fábrica, y con las últimas fuerzas que le quedaban, había llamado a Franco e intentando arrastrarse hasta un sitio seguro detrás de una puerta.

Por desgracia, del otro lado solo se encontró con más de esos detestables monstruos que ahora mismo se lanzaban hacia él, le desgarraban la carne con sus garras, arrancaban trazos de su piel con los dientes y masticaban con rabia, haciendo crujir los huesos en cada mordida.

En esos seres no existía el remordimiento o la compasión. Eran impulsados por un instinto que les llevaba a realizar las peores de las calamidades. Aquella mirada sin vida de Iván sería otra de las tantas escenas que no dejarían a Franco conciliar el sueño por la noche.

Mientras los gritos y disparos de Urso resonaban en el ambiente, Franco se apresuró, cerró la puerta y procedió a comunicarse con Samantha a través de su reloj.

El sonido ensordecedor de las balas y los alaridos iracundos de los monstruos llenaba el espacio a su alrededor, dificultando a Franco una comunicación sin disrupciones.

-¡Iván está muerto! -gritó para ser entendido-. ¡Termina el trabajo y vuelve a la camioneta para que podamos marcharnos! -dijo echando un vistazo por sobre su cabeza.

Su mirada apuntó al obelisco, imponiéndose ante él con su enormidad.

Su estructura había crecido de manera inclinada, posándose y ejerciendo presión en la zona más alta de la fábrica. El suelo a su alrededor se encontraba agrietado, y los escombros a su alrededor, retazos de la destrucción de la zona más esquinada del edificio, hacían que resultase imposible aproximarse a la base del obelisco a pie.

La única forma de tener un contacto directo con aquel pilar de muerte era subiéndose al techo de la fábrica, y para ello, el equipo de Franco había preparado un camino con antelación.

Pegado a la zona sur del edificio -muy cerca de la esquina dónde apoyaba el obelisco-, se erguían dos torres que antaño funcionaban para transportar la carga de un extremo del pabellón a otro.

Las estructuras presentaban un formato cilíndrico que llegaba hasta el techo y se conectaban mediante una cinta semi-inclinada. El acceso a las torres era mediante una escalera de mano ubicada en un extremo, que Samantha, y también Iván antes que ella, debieron de atravesar.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon