Capítulo 28 | Tu ligue

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―Lo sé, lo entiendo. Estoy allí en diez minutos.

Que me hiciera compañía en la biblioteca era la única forma de tenerlo cerca y no pensar en quitarle la camiseta cada dos por tres, porque estábamos en público. Esperé en mi mesa con el vaso de café ya vacío y con un gusto amargo en la boca después de acabarlo, mientras subrayaba con diferentes colores las cosas según cómo debían ser aprendidas. Tardó algo menos de diez minutos. Le había indicado dónde me encontraba exactamente por mensaje y no parecía haber tenido complicaciones para venir hasta mí.

Llevaba puesto uno de sus habituales jerséis negros, con una camisa blanca debajo cuyo cuello sobresalía por encima de la prenda oscura, las gafas puestas y el pelo despeinado de forma despreocupada, como siempre. Caminaba con esa misma seguridad de siempre y sin apenas mirar la biblioteca, lo cuál me indicaba que la conocía bien, probablemente de sus años como estudiante.

―Hola ―susurré.

Pasó por detrás de mí para sentarse a mi lado y, disimuladamente, acarició mi rostro mientras lo hacía. No me di cuenta de que llevaba un vaso de café en la mano hasta que no se hubo sentado y lo acercó a mí.

―Buenas tardes. Un café de la cafetería de Nora para ti.

―Dios, muchísimas gracias ―murmuré con una sonrisa―. Si no hubiera gente aquí...

Dejé la frase suspendida en el aire mientras acercaba más el vaso a mí y lo destapaba para poder olerlo.

―Yo también ―susurró él cerca de mi oído, provocando un vuelco a mi corazón―. ¿Qué tema estudias y de qué asignatura?

Le enseñé el temario que estaba estudiando, que era el de los dos exámenes del día siguiente, además de un repaso del resto. Miró mis apuntes con ojo crítico, me corrigió un par de cosas que agradecí un montón e hizo de perfecto compañero de estudio. Prácticamente me hizo un examen oral de todo el tema, corrigió mis errores, alabó mis aciertos y me explicó algunas cosas que no acababa de entender o que había entendido de la forma que no era.

No quería hacerlo para no asustarlo, pero quise pedirle que fuera mi compañero de estudio, o mi profesor más bien, durante toda la semana.

―Tendría que marcharme, he quedado con Theo para grabar el episodio de mañana en media hora ―dijo por lo bajo tras explicarme una teoría que no había entendido.

―Vale. Muchas gracias por la ayuda, Alaric. No te imaginas lo que significa para mí.

―No hay de qué, lo he hecho encantado. Eres una buena alumna. ―Guiñó un ojo antes de examinar la sala y la poca gente de nuestro alrededor antes de mirarme a mí―. Voy a besarte.

Y no me dio tiempo a decir nada, porque su mano subió a mi barbilla y me acercó a él para depositar un suave beso en mis labios entreabiertos. Cerré los ojos, deseando que el tiempo se alargara y la gente de nuestro alrededor desapareciera. Quería pasar mis brazos por encima de sus hombros hasta llegar a su nuca. Pero no podía. Se separó de mí, no sin antes depositar un pequeño beso en mi mejilla. Me miró a los ojos y sonrió con ellos.

―Podrías venir a ayudarme cada día ―musité, todavía con su mano en mi barbilla.

―Tengo pacientes por las tardes ―respondió con una mueca, deslizando su mano por mi nuca y acariciándola con tiento.

―Cierto... Bueno, no pasa nada.

―Antes de pasar consulta, hasta las tres, sí podré. Llámame si en ese horario te va bien, ¿vale? ―Asentí con la cabeza y él me dedicó una bonita sonrisa antes de levantarse―. Nos vemos, Aurora. No te acuestes muy tarde.

En las nubes ©Where stories live. Discover now