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- ¿Sabes que en cuanto pongas un pie fuera el mundo entero se te va a tirar encima, verdad?

Desde el interior del edificio se oían los gritos de protesta, los abucheos y las increpaciones. Uno podía imaginarse a los paparazzi salivando como hienas delante de una carroña especialmente apetitosa.

Dazai suspiró.

- Bueno, esta no es la primera vez. Y apuesto a que tampoco será la última.

Su abogado frunció los labios, claramente disgustado.

- No. Esto no va a funcionar. Así, desde luego no. Tienes que quitar esa cara.

- Es mi cara. No me puedo fabricar otra.

Dazai era un hombre alto, de pelo castaño desordenado y rasgos atractivos. El problema era que en ese momento estaba mortalmente serio. No demostraba ninguna emoción y sus ojos parecían dos hoyos vacíos, carentes de brillo y capaces de absorber tu alma. Apenas parecía humano. De hecho, ni siquiera daba la impresión de estar presente. Aunque su cuerpo estuviese en la sala, su mente andaba a kilómetros de ahí. Nadie iba a empatizar con él si seguía así.

- Ya hemos hablado de esto en cada ensayo. Lo único que te va a salvar es hacer como si estuvieras destrozado, cosa que estás. Pero no vale solo con estarlo. Tienes que parecer compungido. Arrepentido. Al borde de las lágrimas. - Parecía que iba a continuar describiendo cómo debía mostrarse ante el mundo pero en su lugar sacudió la cabeza y acabó gritando a su cliente -. ¡Muestra un poco de emoción, hombre!

Dazai ni parpadeó.

- Chuuya. - Su abogado le miró molesto porque hubiera usado su nombre de pila. Habían acordado que se dirigiría a él como Nakahara-san -. Déjalo. No vas a conseguir nada.

- Agh - gruñó antes de tirarse sobre el asiento situado frente a Dazai -. ¿Por qué decidí aceptar el encargo del jefe? Yo no quería. Le escribí un documento de cincuenta y tres páginas explicando por qué era una mala idea - resopló -. Pero nada. «Chuuya-kun.» - dijo imitando la voz de su jefe -. «Sabes que si tú no lo haces nadie más lo hará». Agh, maldita sea. Ni que me importase lo que te pase.

Los labios de Dazai se curvaron ligeramente hacia arriba.

- ¿Sabes, Chuuya? Jamás me olvidaré del día en que estaba en esa celda y de repente me anunciaron que acababa de llegar mi abogado y entraste tú. Creo que es la vez - estaba a punto de decir la única vez pero lo evitó en el último momento - que más has logrado sorprenderme.

Dazai estaba sentado en el suelo de la diminuta estancia. Tenía la espalda pegada a la pared, las piernas flexionadas y la cabeza apoyada sobre las manos. Su ropa estaba arrugada y algo sucia. Parecía absolutamente derrotado.

Tras el aviso del guardia, la puerta se abrió con un chirrido y levantó la vista, a tiempo para ver una pequeña silueta que en algún momento había llegado a conocer muy bien. Parpadeó unas cuantas veces para adaptarse al efecto creado por el contraluz y así pudo ver mejor a quien le iba a representar ante el juez.

Era un hombre joven, de rasgos suaves y bellos que tenía su misma edad aproximadamente y cuyo cabello de un rojo brillante llamaba la atención en seguida, pese a llevar un sombrero que lo cubría parcialmente. Llevaba un traje clásico de color gris que se ajustaba a la perfección a su cuerpo. Parecía ir anunciando que había sido hecho a medida.

- ¿Es una broma? ¿Me están tomando el pelo? ¿Hay alguna cámara grabando? - Ni su abatimiento le impidió formular esa ristra de preguntas. De todas las personas que podrían estar ahí en ese momento, ¿tenía que ser justo Chuuya? ¿Chuuya Nakahara? ¿Su antiguo compañero?

- No, señor Dazai. Nadie le está tomando el pelo - respondió el guardia con una mueca de disgusto que no se sabía muy bien si iba dirigida al preso o al magistrado -. Este es su abogado - su cabeza tembló de forma casi imperceptible, como si no se le ocurriera que alguien pudiera ser capaz de defender a un ser humano como el que tenía frente a él -, aunque es usted libre de rechazarlo si quiere. Sin embargo, no se lo aconsejo. No creo que haya alguien más que se ofrezca voluntario para este trabajo - pronunció esa última palabra con asco, como censurando la decisión del abogado.

- Que conste que no me he presentado voluntario - dijo Chuuya en cuanto estuvieron a solas -. Me han obligado.

- ¿Desde cuándo eres abogado? - le preguntó él con una mueca burlona -. Pensaba que solo servías para enfadarte y romper cosas.

Chuuya le fulminó con la mirada.

- Después de que te fuiste al jefe le pareció que yo andaba algo decaído, así que me sugirió - el tono con el que dijo la palabra indicaba que no había sido una sugerencia - estudiar algo para distraerme. Elegí Derecho porque me parecía útil conocer la ley siendo miembro de una organización criminal.

Chuuya era miembro de la Port Mafia, la mayor organización delictiva de Yokohama. Dazai había pertenecido a la misma organización durante años pero llegó un momento, tras perder a la única persona a la que consideraba amiga suya, en el que decidió abandonarla. Durante todos los años en los que trabajó para la mafia, Chuuya había sido su compañero con quien había mantenido una tempestuosa relación.

- ¿Cuáles son los planes de Mori al enviarte aquí a ayudarme? ¿Hacer que le deba un favor?

- Pues... Más o menos.

La verdad es que era justamente eso lo que pretendía Mori Ōgai, jefe de la Port Mafia. Dazai había sido un subordinado muy valioso en su momento. Con un poco de suerte podría hacerle volver.

Dazai puso los ojos en blanco.

- ¿Y cómo te dieron el título? ¿Te lo sacaste online?

Se notaba que Chuuya estaba haciendo un gran esfuerzo por no estrangularlo. Lo peor era que Dazai había dado en el clavo.

- Pues sí, resulta difícil compaginar el ser ejecutivo de la mafia con ir a la universidad, la verdad. Pero bueno, hablemos de ti. Al fin y al cabo, para eso he venido. ¿Cómo es que abandonaste la organización para salvar vidas y terminaste quitándolas? - Dazai palideció. ¿Cómo sabía para qué había dejado la mafia? -. Te buscas un nuevo trabajo para acabar asesinando a tu propio compañero... ¿Qué pasa, no te llevabas bien con él?

- Que quede clara una cosa - su tono era gélido -. Yo no asesiné a Ranpo.

Chuuya enarcó una ceja. No era propio de Dazai mentir así. Las pruebas eran claras.

- ¿Y entonces qué hiciste?

- Le permití descansar.

Desde aquella primera primera sesión las cosas entre ellos habían mejorado mucho, reflexionó Chuuya. Pero si no conseguía que se lo tomara en serio, todo su esfuerzo habría sido en balde. Podían llegar hasta a imponerle la pena capital.

Unos oficiales de policía entraron en la estancia y esposaron a Dazai, quien seguía impasible.

Chuuya miró hacia arriba y le pidió a quienquiera que estuviera escuchando que todo saliera bien.

Buenas noches (una historia de Bungō Stray Dogs)Where stories live. Discover now