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Sentir algo es completamente difícil cuando tu vida se ha enfocado en cosas totalmente diferentes.

Tener la cabeza siempre ocupada es el refugio de Selena y, en parte, es un acto de amor propio.

Siempre ha sido así, siempre ha estado haciendo mil actividades por Princeton, pero durante dos años todo cesó un poco por un solo motivo: voley.

La rubia no pensaba que describir ese deporte le iba a hacer querer dejar todo, cada vez que sus pies tocaban las pista un cosquilleo cruzaba por todo su cuerpo. Un cosquilleo que desapareció cuando, por problemas, tuvo que dejarlo.

Un cosquilleo que volvió a aparecer el otro día cuando Steven se dedicó a acariciar su piernas por encima de la tela de su pantalón.

Es difícil sentir para Selena, ella lo sabe.
Solo ha tenido una verdadera amiga en toda su vida, Ginny. Tampoco había tenido mucha suerte en el amor, había tenido un novio pero ni siquiera estaba enamorada, solo le caía bien.
Así que lo único que sentía era constantemente era aspiración. Su único motivo para seguir era ese, Princeton.

Desde septiembre todo ha cambiado un poco, las flores suelen florecer en primavera, pero el invierno había hecho crecer a Selena.
Conocer a Belly y la clase de literatura habían sido el comienzo de todo.

Ver a Belly perdida en matemáticas y con algo de miedo en cuanto a la capitanía le había llevado a hacer algo que nunca antes había querido hacer, volver a ir a la pista de voley.

Lo había intentando antes, pero en cuanto escuchaba los sonidos de las pelotas salía corriendo sin mirar hacia atrás, ese sonido, por triste que fuera, le traía más malos recuerdos que buenos.
Cada vez que ese sonido se metía en su cabeza solo podía recordar lágrimas, espejos y ataques. No recordaba nada bueno.

Después de haber estado ayudando a Belly en algunos aspectos había sido diferente, le había recordado lo que verdaderamente movía el deporte en ella y todo lo bonito que había vivido con las chicas.

Incluso se estaba replanteando volver a jugar, pero su psicóloga le había dicho que quizás era demasiado temprano. Quizás tenía razón, poco a poco.

En cuanto a literatura, mucho más que aprender a detectar clásicos, había aprendido cosas de Steven.
Hace al menos cinco clases que la rubia se había dedicado a mirar al moreno.

Incluso había hecho una lista con cosas que, muy probablemente, Steven no sepa de si mismo:

1. Tiene un lunar en la parte trasera del cuello, justo donde acaba su pelo.
2. Cada vez que termina de hablar mira hacia abajo, eso muestra un poco de inseguridad, pero si no lo observas demasiado jamás te imaginarías que el chico no cree en sí mismo.
3. Tiene unas manos muy grandes, y una letra muy bonita.
4. De vez en cuando la mira pensando que ella no se da cuenta, ¿pero cómo no se iba a dar cuenta si se pasa todo el día mirándole?
5.No entiende la letra del profesor o necesita llevar gafas, siempre que apunta algo de la pizarra achina sus ojos como si no entendiese nada.

Había un par de cosas más en la lista, quizás más especificaciones, pero Selena había decido deshacerse de esa parte para no parecer una completa psicópata.

El caso es que, Selena se había dado cuenta de que podía sentir mucho más de lo que se había limitado a sentir.
Su vida estaba cuadriculada por un patrón que, ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía si le gustaba.

Ser la chica perfecta, ir a Princeton, estudiar una carrera, ¿y luego qué? ¿Dónde estaban las experiencias? ¿Dónde quedaba vivir?

Parecería una tonta pensando eso, pero el simple toque de Steven le había hecho replantearse muchas cosas, porque de repente su corazón pasó de latir automáticamente para latir con rapidez, con adrenalina, y eso le había encantando.

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⏰ Last updated: Apr 25 ⏰

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Hey, Steven| Steven Conklin Where stories live. Discover now