-Esa cara la he visto en otro lado...
-¿Cómo alguien tan dulce y amable puede repartir ostias así de bien?
-Mientras yo esté aquí os juro que nada ni nadie os va a dañar.
-Ellos sólo están rotos y necesitan ser reparados... Menos ese de ahí, ese es...
Un coche gris se estacionó en frente de una hermosa casa con dos pisos. Un hombre y una mujer salieron para encontrarse con la persona que les iba a entregar las llaves de su nuevo hogar. El cartel de "se vende" fue retirado de inmediato, y la pareja no tardó en comenzar la mudanza. El hombre fue a avisar a sus hijos de la llegada para poder ayudar a su mujer con las pertenencias familiares.
-Vamos Ryoma, despierta a tu hermana y ayudarnos con las cajas.
De una de las puertas traseras salió un chico de unos 14 años con el pelo negro ondulado y unos ojos azul marino. Su piel era tan clara que parecía porcelana, y cabe destacar que era un muchacho de estatura prominente. Se dirigió a ayudar a sus padres mientras que su hermana salía lentamente del coche. La ya mencionada tenía una estatura bastante menor, y su piel estaba ligeramente más bronceada que la de su hermano. Su hermoso cabello pelirrojo estaba recogido en un moño desordenado, y sus ojos eran de un precioso color azul cielo. Sin embargo, su cara reflejaba cansancio, pues todavía seguía algo adormilada y le llevaba su tiempo volver a ser persona.
-Pero hija, ¿no tienes calor? Hace casi 30 grados.
La chica, un poco más espabilada, negó con la cabeza mientras agarraba su bufanda color rosa pastel. No estaba lista para quitársela. Aún no. Ayudó a su padre a meter las cajas del camión dentro de casa, y con ayuda de su madrastra y hermano colocaron la mayoría de las cosas en las zonas comunes de la casa. Hanae les dijo que fueran a colocar sus cosas en las habitaciones que estaban en la parte de arriba. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que uno de los dormitorios era más grande que el otro. Ryoma dejó las cajas en el suelo y se giró hacia su hermana mayor.
-Piedra, papel o tijeras para ver quién se queda la habitación más grande.
A la chica le gustó la idea y dejó caer las cajas al piso sin querer, provocando un fuerte ruido.
-Si esas cajas eran mías y se ha roto algo, te mataré mientras duermes.
La chica sonrió inocentemente y comenzaron a jugar. Después de 5 minutos y varios empates, Ryoma ganó.
-¡TOMAAAAAA! En tu cara, perra -esto último lo dijo en voz baja para que sus padres no lo escucharan. Su hermana le sacó el dedo del medio mientras le daba una mala mirada. Entró a su nuevo cuarto empujando las cajas más grandes y dejándolas en una esquina. La habitación no estaba mal, pero ese armario enorme que estaba en la nueva habitación de Ryoma le vendría bien para guardar toda su ropa (que no era poca precisamente). Suspiró cansada y se dispuso a abrir las cajas para ordenar sus cosas de una en una.
Esta iba a ser una laaarga mañana, pensó.
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-Pensaba que iba a haber discusión entre vosotros por las habitaciones, pero veo que os las habéis arreglado bien -Hanae apareció por la puerta del comedor con la comida preparada. Su marido venía detrás con el agua y las servilletas.
