Prólogo

16 1 0
                                    

Mi nombre es Erika. Nací en Irlanda, en el seno de una familia de clase alta. Desde muy pequeña me apasionaban las peleas, pues mi sueño era ser muy fuerte para proteger a los más débiles, y fue tarea fácil para mí entrenarme. Mi madre tenía dos trabajos: uno de ellos era instructora de judo, y obviamente yo estaba inscrita a sus clases. Además, mi padre practicaba boxeo en su tiempo libre, así que entrenaba con él los fines de semana.

Cuando tenía 6 años mi madre contrajo una enfermedad terminal y murió poco tiempo después. A mi padre y a mi nos costó recuperarnos de su pérdida, por lo que un año después de su fallecimiento nos mudamos a Japón para comenzar de cero. Mi padre consiguió trabajo en un hospital bastante famoso, y allí conoció a Hanae.

Ella era una persona encantadora y muy bella, y mi padre se enamoró rápidamente de ella. Conectaron bastante; tuvieron varias citas y descubrieron que ambos tenían muchas cosas en común. Una de ellas es que eran padres solteros. Hanae tenía un hijo un año menor que yo; su padre se había ido apenas él nació, por lo que tuvo que seguir adelante mientras cuidaba de su hijo.

Mi padre estaba tan enamorado que, cuando cumplieron un año de novios, le pidió mudarse con él. Ella estaba igual de enamorada, así que obviamente aceptó. Tres años después, le propuso matrimonio.

Ryoma y yo no es que fuéramos muy parecidos. Yo era una niña muy curiosa e inquieta y él era un niño bastante tranquilo. Yo amaba las peleas y él las detestaba. Yo era muy sociable y él era muy introvertido. Pero eso no impidió que formáramos una bonita relación fraternal, aunque nuestro inicio como hermanos no fuera el mejor. Pero eso era completamente normal. Ni siquiera hablábamos el mismo idioma. Tuve tantos problemas al principio para pronunciar su nombre que acabé optando por llamarle "Roma", cosa que a él le irritaba. Pero nuestra relación dio un giro drástico durante las vacaciones de verano.

Decidimos ir a la playa durante una semana para pasar tiempo en familia, pues al tener un trabajo que requería mucha atención y turnos a cualquier hora era muy difícil convivir los 4 juntos. Todo parecía ir bien, nosotros jugábamos en el agua mientras nuestros padres conversaban tranquilamente mientras nos vigilaban. Pero mi curiosidad arrastró conmigo a Ryoma, y nos alejamos bastante de la vista de los adultos.

Gran error.

Como ya dije, Ryoma tiene un año menos que yo, por lo que íbamos a clases distintas. Sólo nos veíamos en la entrada y en la salida del colegio, y misteriosamente siempre aparecía con heridas. Heridas que lograba ocultar muy bien a nuestros padres. Él decía que era porque se había caído o porque había jugado muy bruto con sus amigos y se había hecho daño, pero algo dentro de mí decía que esa no era la verdad. Sin embargo, como no teníamos tanta confianza, nunca me atreví a preguntar la verdad.

Llegamos a un sitio donde no había mucha gente, tan sólo unos niños jugando con la arena y riendo entre ellos. Quería acercarme, pero Ryoma se quedó donde estaba. No me fijé al principio, pero en su mirada se podía notar un gran miedo. Miedo por esos niños aparentemente inocentes. Llamé su atención, el segundo gran error que cometí. Los niños no me prestaron atención al principio, pero al ver a mi acompañante, corrieron directamente hacia nosotros. Pasaron de mí y entre todos tumbaron a Ryoma al suelo y acto seguido comenzaron a pegarle entre todos. Me quedé estática. Ahora entendía las heridas, y el por qué no le veía en los recreos. Estaba escondido, rezando por no ser encontrado por esos monstruos y esperando a que alguien les pusiera un alto. Y estallé.

Esos niños eran fuertes, pero muy cobardes. Yo no quería hacerles mucho daño; yo era más astuta y fuerte que ellos, pero tan sólo quería asustarlos. Y funcionó. Cuando acabé, amenacé con que si volvían a molestar a Ryoma, les pegaría 100 veces más fuerte de lo que lo hice ese día. Salieron corriendo como alma que lleva el diablo, y nunca más se atrevieron a tocar a mi hermano. Desde ese día comenzamos a llevarnos mucho mejor, e incluso él se esforzó en aprender inglés para que fuera más cómodo para mí comunicarme con él. Yo le ayudaba con el inglés y él me ayudaba con el japonés.

El día de la playa no sólo cambió la relación con mi hermano, sino que además logré llamar la atención de un chico en especial. Un chico que tenía el sueño de crear una nueva era para los delincuentes y crear su propia pandilla.

La Tokyo Manji, mejor conocida como la ToMan.

Porque me gusta dejar historias a la mitad.

Que no se note que no sé hacer portadas :)

Voiceless ~ /Tokyo Revengers/Where stories live. Discover now