1. Instintos bajo control

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El pasillo era estrecho, oscuro y alfombrado, haciendo que sus pisadas y las de quienes lo acompañaban se escucharan apagadas. Solo el bajo de la música resonaba en sus oídos y el llegar al final, la luz roja lo segó un poco, aunque no lo suficiente para dejar pasar la multitud de personas que disfrutaban de la noche en el club. Sus comportamientos no entraban precisamente en la descripción de decencia, pero Naruto ya estaba acostumbrado a ese tipo de escenas. No era nada nuevo para él el precenciar la perversión de las discotecas ocultas de Tokio.

Los tipos que lo seguían eran grandes, sin dudas dos alfas fuertes que no le quitaban el ojo de encima; mientras que su contacto, Asuma Sarutobi, lo guiaba hasta la parte trasera del local, donde por una escalera accedieron a un piso privado. Las mesas VIP podían atisbarse levemente por las puertas corredizas de papel; sobre ellas bailaban los omegas entreteniendo a los más adinerados clientes de la familia Uchiha. Tampoco se detuvieron en ninguna de esas habitaciones, sinó en lo que parecía una gran oficina al final.

Asuma tocó y esperó pacientemente a que les dieran paso después de girarse un poco y observar a Naruto por última vez.

—No me vayas a meter en problemas— advirtió, pero el mencionado no tuvo tiempo ni intención de contestar.

La estancia era grande y lujosa, el aroma a tabaco caro abundaba casi tanto como el humo. Sentados en unos sillones en el centro estaban tres hombres de cabellos negros y semblantes agrios. No había objeción en que pertenecieran al mismo apellido. Conocía a todos ellos, el mayor era la cabeza de la familia Uchiha y el más joven debía de ser su primogénito. El otro que quedaba de mediana edad, activó su odio como un relámpago repentino. Se imaginó destrozándolo, arrancando la piel de sus huesos... Pero Naruto había entrenado para dominar sus instintos de alfa tan bien, que a pesar de estar quemándose por dentro, pudo mostrar un semblante tranquilo y hacer una reverencia cuando lo presentaron.

—No me gusta— espetó el mayor, Fugaku Uchiha —Sí se nota que es un alfa fuerte, pero no me convence su historial.

—Padre, con la redadas estamos muy cortos de personal— advirtió el primogénito, Itachi, y luego le dirigió la mirada —¿Por qué dejaste la policía?— indagó y Naruto señaló los papeles que Asuma les había entregado momentos antes con su historial.

—Creo que lo dice bien claro. Me atraparon robando armas— confesó sin ganas —El suelto no me alcanzaba para vivir.

—¿Y vienes buscando una mejor vida con quienes supuestamente son tus enemigos?— Madara Uchiha...   Naruto apretó los puños a su espalda y asintió.

—No guardo rencores, y que recuerde, no maté a nadie de su gente.

Fugaku se quedó pensativo. Tenía que aceptar. En el ámbito en el que operaban, mientras más dominantes tuviera de su lado, mejor. Los Uchihas eran los reyes del bajo mundo, pero en la última década los humanos que desarrollaban subgéneros habían disminuido tanto que no podían desperdiciar la oportunidad de alistar a otro alfa.

—¿Qué dices, Itachi?— preguntó el jefe a su hijo. El joven observó a Naruto de arriba a abajo y luego hizo una mueca de conformidad.

—Podrías ponerle un periodo de prueba— aconsejó.

—Eso sería muy inteligente— concordó su padre, dándole una calada a su cigarro —Pero no aquí. Asuma, envíalo a la zona Sur— ordenó y Naruto sonrió internamente.

—¿No te molesta, cuñado?— Itachi lanzó la pregunta en un tono ladino, a la que Madara respondió con una risita autosuficiente.

—No, más bien lo compadezco, querido sobrino. Tu hermano se ha vuelto muy duro con sus hombres desde nuestro casamiento. Es muy diligente de su parte, jefe, haber tomado esa decisión— le dijo a Fugaku —Le informaré yo mismo de su comportamiento cuando vaya de visita— ofreció.

Cuando el jefe asintió, todos supieron que ya no había más que decir. Asuma retiró a Naruto por la misma puerta por donde habían entrado y él estiró sus dedos, ya con nudillos blancos de tanto apretarlos para mantener a raya sus instintos.

La zona Sur de Tokio, controlada por el hijo menor de Fugaku Uchiha, a quien nombraban príncipe de la Facción de la Serpiente. Un omega... Ese omega. Había esperado tanto que las dos horas que duró el viaje se sintieron eternas. Cuando llegó a la mansión y atravesó la puerta detrás de Asuma, cada vello de su cuerpo se erizó. No dejaba de mirar hacia arriba de aquella gran escalera mientras su guía hablaba con el que supuso que era el secretario.

—Ya me fué informada su llegada, pero no puedo decir que se quedará hasta que el príncipe no dé el visto bueno— dijo él. Un muchacho joven de cabello muy claro y ojos odiosos.

—¿Bueno, y qué esperamos?— preguntó Asuma.

—Él no está disponible ahora— respondió frío, pero Naruto no estaba dispuesto a esperar ni un segundo más, por lo que comenzó a subir las escaleras —¡Oye, imbécil!— gritó él, pero solo una mínima muestra de su dominancia bastó para que el sujeto abriera los ojos asustado —No puedes subir...— insistió, cubriendo su nariz y entonces sonrió de lado —Será mejor que el príncipe no te huela si no quieres perder tu cabeza.

—Subiré de todas formas, así que más te vale ir delante si no quieres perder tu trabajo al mismo tiempo que pierdo mi cabeza— amenazó, ignorando las señales de advertencia que Asuma le lanzaba.

El sujeto gruñó fastidiado y comenzó a subir los escalones, pasando por su lado y golpeando su hombro en el proceso. Ambos lo siguieron hasta un gran salón con ventanales cubiertos por cortinas y casi en penumbra. Naruto se quedó inmóvil en el umbral mientras el secretario entraba y le hablaba a alguien sentado en un sillón de espaldas a la puerta.

Era él, aún sin verlo lo sabía porque cada fibra de su cuerpo se lo decía. Sus feromonas estaban casi imperceptibles en el aire, pero las recordaba tan bien que solo una pizca bastó para que el nudo en su estómago creciera. En el apoyabrazos estaba su mano, blanca y delicada, adornada con anillos de oro y en la que sujetaba una copa de vino casi vacía. Se movió un poco, Naruto tembló y cuando el llamado príncipe se puso de pie, Asuma tuvo que detenerlo para evitar que se acercara.

—¡¿Qué te pasa?!— siseó bajo —¡Estás muy cerca, no lo arruines!

—¿Un alfa?— la voz cálida, pero pastosa, hizo que el alfa se quedara petrificado. Tanía tanto efecto en él... Naruto observó su perfil perfecto, luego como volteaba a verlo entre esos mechones de cabello tan negro y un poco despeinados. No hubo reacción, no podía haberla si su mirada estaba tan apagada —Si mi padre lo manda, ¿para qué me preguntas? Encárgate tú, no tengo cabeza para eso, Suigetsu— espetó con lentitud y casi pierde el equilibrio cuando comenzó a caminar hacia la puerta en obvio estado de ebriedad.

Con cada paso que daba más cerca, los músculos en el cuerpo del alfa se tensaban, pero él pasó a su lado sin más, dejando una brisa detrás con aroma a avellana.

—Sasuke...— murmuró Naruto sin aliento, pero el príncipe ya estaba demasiado lejos para escucharlo.

—Bien, parece que trabajarás para las serpientes después de todo— dijo el secretario —Preséntate aquí mañana a primera hora para ultimar detalles.

—Oye, obtuviste el puesto. Quita esa cara...— señaló Asuma con una risita forzada y dándole un par de palmadas en su espalda para sacarlo de su trance y hacerlo caminar hasta la salida. Naruto miró atrás, hacia las ventanas más altas cuando dejó la mansión —¿Quieres que te lleve?

—No, ya renté un cuarto cerca— confesó serio.

—¿Estabas tan seguro de que te enviarían aquí? No es el mejor lugar para empezar— dijo Asuma.

—Llevo planeando esto por tres malditos años. Conozco con antelación cada paso que darán los Uchiha— siseó.

—Bien, pero no pierdas de vista tu objetivo— advirtió el mayor antes de subirse a su auto y ponerlo en marcha.

—No lo haré...— gruñó el alfa, aún sin quitar la vista de las habitaciones de la mansión.

Muro de Cristal Where stories live. Discover now