39.

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Ana

La escuela lucía demasiado fantástica con todas esas luces y decoraciones alusivas a la fecha. Jamás había venido a un baile de Halloween y me arrepentía profundamente de no haberlo hecho antes, pues todo lucía mejor que en las fotografías que colgaban en la plataforma escolar.

Lo primero que hice tras bajarme del auto fue buscar a Leila entre la gente que luchaba por entrar. Las dos habíamos acordado vernos en la entrada, pero no aparecía por ningún sitio, así que me sentí muy preocupada.

¿La habrían castigado? ¿Seguiría muy deprimida y no me lo había querido decir?

Cuando estaba a punto de sacar mi celular del bolsillo, llegó alguien a mi lado.

—Ana —saludó Jeremy—. Vaya, qué coincidencia de vestuarios.

Miré hacia mi izquierda y lo vi. Iba vestido con una túnica morada y una estola del mismo color con detalles dorados. En su cabeza llevaba una corona que parecía de plástico, pero que se le vía bien.

—Vamos a juego —añadió con tono jocoso.

—Ah, sí. —Sonreí de manera incómoda—. Bueno, nos vemos...

—Ana, ¿por qué no te agrado? —me preguntó—. Noto que me evitas.

—No es eso, simplemente...

—¡Ana!

El grito de Leila me regresó el alma al cuerpo. Ella venía cruzando la calle y llegó pocos segundos después.

—Lo siento, el maldito taxi no llegaba a casa —se disculpó mientras entrelazaba su brazo con el mío—. Perdón, Ana.

—No te preocupes —le dije sonriendo—. Nos vemos, Jeremy.

—Podemos ir los tres.

—No, no, esta noche me la llevo yo —dijo Leila—. Lo siento, pero quedó conmigo.

Leila me sacó rápidamente de allí y caminamos hasta la entrada del colegio, que estaba atestada de estudiantes vestidos como sus personajes favoritos o seres sobrenaturales. Leila y yo nos fuimos topando tanto con compañeros suyos como míos, aunque ninguna de las dos se separó de la otra y logramos llegar bien al auditorio, que era donde la gente bailaba y bebía. No estaba permitido el alcohol, pero el ambiente estaba tan animado que sospechaba que sí lo había.

—Te ves genial —me elogió Leila.

—Tú te ves mucho mejor, como una bruja seductora —le respondí.

Aquel lindo vestido resaltaba su linda figura y había hecho que sus rizos se vieran espectaculares. A menudo pensaba que envidiaba mucho su melena, pues era preciosa y mejor cuidada que el resto de personas de cabello rizado que conocía.

—¡¿En serio?! —exclamó contenta—. Me encanta, me encanta serlo. Y tú de verdad pareces una reina, mírate, estás muy guapa.

Me sonrojé ante las palabras de mi amiga y miré hacia abajo. El vestido era muy hermoso, aunque no tanto como los vestidos que de pronto Lian había comprado para mí. No sabía de dónde los sacaba, no quería decirme, pero eran nuevos, así que suponía que los mandaba a traer de algún país europeo.

Leila y yo pronto fuimos rodeadas por muchas personas. Al parecer estábamos llamando la atención de los demás y teníamos buenas probabilidades de ganar el concurso de disfraces. Por momentos sentía el cosquilleo en el cuello y mi mirada se lograba encontrar con la del profesor, quien en el último encuentro comenzó a ser abordado por una profesora que iba vestida de enfermera.

Aquello último me hizo sentir una rabia desmedida, pero Leila me ofreció un vaso de jugo antes de que pudiera ir con cualquier pretexto absurdo y que todavía no tenía en la mente.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora