12: El cuarto de la reina

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Las paredes húmedas parecen cerrarse sobre mí

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Las paredes húmedas parecen cerrarse sobre mí.

Al menos la fiebre ha cedido, y desde que mi nueva colega y yo compartimos los alimentos que nos dejó Elius, hasta los ánimos han mejorado. Ahora podemos darnos el lujo de pasar las horas hablando, aunque sea de lo mucho que odiamos el encierro.

Me queda claro que, si ella conoce algo útil sobre el enmascarado, si realmente está relacionada con él, sería incapaz de revelármelo.

He cumplido con el tratamiento que me exigió la mano del rey, y he sido responsable en usar los suministros que me dejó para hacerme yo misma las limpiezas diarias. Este no es precisamente el lugar más antiséptico, pero hago lo que puedo.

Despierto con un mucho mejor ánimo, siento que lo peor ha pasado que incluso es posible que la rabieta del rey menguara para este día. Tal vez esté más abierto al diálogo en lugar de lanzarme a juicio sin preguntar.

Pero poco a poco voy captando las señales de lo que me ha despertado.

Hay un guardia en la celda de al lado y tiene una bandeja en la mano.

El olor rancio y putrefacto se cierne en el aire.

Agarra a la prisionera por el cabello, y ella gime de dolor mientras él deja la bandeja en el suelo.

De inmediato me incorporo, mirando abstraída lo que sucede.

—¿Sabes lo que es?

Ella niega con la cabeza todavía dominada por el agarre del hombre.

—Es lo que los griphers probaron, escupieron y dejaron por días hasta que se recolectó todo junto, exclusivamente para ti.

Ella cierra los ojos, como anticipando lo que viene, y eso lleva al guardia a surcarle el rostro con una bofetada.

—Por favor —intercedo—, no hace falta que sea violento. Lo que necesite...

—Cállese usted —zanja, como si le hablara al heno de sus zapatos. Ya no solo parezco una prisionera, soy tratada como una. Estos hombres han reducido paulatinamente el respeto que deberían tenerme hasta acabar en el asco que hoy demuestran.

Entonces toma a Eva y la empuja hacia la masa informe que se supone que es la comida.

Ella se resiste, pero el guardia es implacable y noto cómo aprieta más su cuero cabelludo por cómo se blanquean sus nudillos.

En medio del forcejeo ella cae al suelo, lo que parece ofender tanto al guardia que la patea repetidas veces en las costillas.

En cuanto creo que se ha desmayado, el cerdo que la maltrata parece darse cuenta a la vez, porque se detiene, de espaldas a mí, y escucho que manipula la hebilla de su cinturón.

No.

No puedo volver a presenciar algo así mientras viva.

—Ya está inhabilitada, sir, apuesto a que cuando despierte comerá, yo haré que pase el menjunje por su garganta si hace falta...

Consorte [Saga Sinergia]Where stories live. Discover now