1: Duelo de reyes

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Mi futuro esposo sabe todo de mí

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Mi futuro esposo sabe todo de mí.

Se le entregó un sinfín de documentación relatando mi historia desde el nacimiento, e incluso agregando detalles de contexto sobre toda la familia Cygnus en orden de su relevancia; se llenó a sus escribas con pergaminos que relatan mis gustos, pasiones y carencias.

Por si fuera insignificante esta desigualdad —pues yo de él sé menos de lo que un bebé conoce de matemáticas—: está el detalle de su poder.

Es un poder extraño y terrible. No digo que sea el más poderoso, porque no lo sé, pero apenas lo oí mencionar, sentí mis huesos crujir como ante una helada. Es la parte que más me preocupa de esta atrocidad que debo afrontar con honor y valentía.

Sí, es un poder extraño. Pero, ¿qué cosmo no es extraño para aquellos que no poseen ese en especifico? No hay dos iguales, aunque algunos se asemejen, como los que provienen de la misma estrella o de la misma constelación.

Yo sé muy poco sobre cosmos. Sé, por ejemplo, las estrellas tienen voluntades y caprichos tan varios como la humanidad. Son individuos. Así de independientes son sus poderes y la manera en que repercuten en un humano una vez lo escogen como recipiente.

La reina de Deneb, que además es mi hermana mayor, es un cosmo, pero no tiene alas como las tuvo la reina de Áragog. Mi hermana jamás fue una guerrera de sentidos amplificados ni garras zagaces, pero aunque todos la creyeron inútil, libertó nuestro reino de los temibles sirios y el régimen terrorífico de Sargas Maldito Scorp Ojalá Se Muera.

No me arrepiento, pero me disculpo. Ese vocabulario no es digno de una princesa, y fui educada como una desde mi nacimiento, cuando Deneb era apenas un principado de Áragog y no un reino independiente, pero es que en serio detesto al bastardo.

Es el único rencor que albergo en mi vida.

No sé cómo Lyra pudo estar prometida a ese. Pero fue más fuerte, venció incluso sus traumas para salvarnos, y aunque repudiaba a cada uno de los hombres a los que fue prometida, siempre cumplió con su deber.

Ese es el ejemplo al que hoy me aferro para sobrevivir a la agonía de lo incierto.

Lyra hora es nuestra reina. Un ejemplo de muchas maneras, pues su matrimonio con el tío Antares empezó como un acuerdo político. Ella lo odiaba con todo su ser por ser hermano de nuestra pesadilla más grande, pero se sometió al deber y al cabo de la convivencia forzada terminó cayendo por la sonrisa de plata del escorpión de largo cabello blanco.

Más de una vez han tenido que reconstruir las habitaciones reales bajo excusas lamentables. «Es el resultado de dos cosmos que buscan descendencia con mucho ahínco», intentó explicarme una doncella, como si yo fuese una niña todavía. Como si no fuera ese mi destino con Israem Corvo, rey de Jezrel.

Es un ser maligno, no hay duda. Puso este reino de rodillas el día que nuestro embajador regresó con su exigencia.

«Pueblo de Deneb,
es un placer reencontrarme con su población. Como muestra de mi consideración, he decidido casarme con una las hermanas Cygnus y hacerla mi reina consorte. En mis noventa años de vida, jamás he logrado congraciarme con ninguna fémina, esperando aquella con la sangre del cisne corriendo por sus venas.

Consorte [Saga Sinergia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora