10: Juicio bastardo

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Parece que estoy fracturando las vértebras de mi cordura.

—De hecho soy mujer.

—¿Es eso relevante?

—Creí que la imbecilidad era una cualidad masculina.

Ella ríe por lo bajo, así que me siento apoyada del muro para contribuir con la inmovilidad que me garantiza el collarín.

—Primer viaje en gripher —le explico al descubrirla observando mi cuello.

—¿Era salvaje?

—Supuestamente, dijo un imbécil, estaba domesticado. Y tenía más cadenas que plumas, pero eso no lo detuvo de atentar contra mi vida.

—Mi primer viaje fue vertiginoso, pero fructífero.

—¿Sueles viajar en esas criaturas?

—Yo... —Vacila, supongo que está editando la historia para suprimir las partes que no conviene decir—. No hay muchos griphers de nuestro lado. Yo solo he visto uno, y en casos muy extremos en los que necesitaba un transporte veloz y urgente. Digamos que soy... Era afortunada. Y no, no tenía cadenas, y tampoco atentó contra mi vida.

—¿Segura que no lo confundes con un cosmo de Pegaso?

Ahora es ella quien ríe. Tiene linda risa, vigorizante. Si ella es realmente importante para el enmascarado, imagino que empezó por acostumbrarse a esa risa.

—Puede ser, tiene alas blancas —contesta al fin.

Nuestra conversación es interrumpida por un guardia que amablemente abre mi celda, como si no temiera que escape, y me entrega un caldo caliente, algo de fruta, agua y una aspirina.

Cuando está a punto de marcharse, miro mis suministros con mis ojos entrecerrados y luego vuelvo mi vista hacia el guardia.

—Un momento.

—¿Alteza?

—¿Y la comida de ella?

—Déjelo así, por favor —la escucho murmurar a través de los barrotes.

El centinela se para firme, las manos cruzadas detrás de su cuerpo.

—Hoy no le toca, alteza —me contesta él.

—¿Cómo que no le toca?

—Son órdenes de arriba.

—¿Órdenes de Ara, dice? —ironizo. No me gusta esta versión de mí que cuestiona la autoridad, pero esta versión sufre por el hambre de un día y medio. ¿Cuánto lleva sin comer la joven a mi lado?

—En serio lo siento —culmina el guardia.

—Déjelo, son órdenes de arriba. Su consciencia no debe pesar por cumplir su deber.

Cuando el guardia hace ademán de marcharse, vuelvo a hablar, impotente.

—Sin embargo... La obediencia es tan necesaria como el criterio propio. Si no se cuestiona sus propias acciones... usted no es más que un sirio que ha vendido su alma y en consecuencia ha perdido toda consciencia.

Asiente, como si no quisiera discutir, y al comprobar que no tengo nada más que decir, simplemente se marcha.

Este reino está lastimando mi espíritu antes de tiempo.

Escucho cómo la prisionera se arrastra hacia el extremo contrario de su celda, y giro todo mi cuerpo para ver más comodamente en su dirección.

Ella ni siquiera tiene un banco dónde descansar.

Consorte [Saga Sinergia]Where stories live. Discover now