El día que regresé al trabajo después de mi licencia médica fue uno de los más aterradores que había experimentado. Mi pecho latía con fuerza, como si mi corazón estuviera tratando de escapar de mi cuerpo, y cada paso que daba hacia el edificio parecía llevarme más cerca del abismo. Richard, o mejor dicho, Nick, caminaba a mi lado, su presencia reconfortante, pero el peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros era evidente en cada uno de sus movimientos.
Cada vez que sentía que el miedo me abrumaba, Nick me miraba con una expresión tranquilizadora y me recordaba que no estaba sola. Su presencia era como un ancla que me mantenía aferrada a la realidad, impidiendo que me hundiera en el abismo de la desesperación. Me alegraba que al menos ya no estaría sola.
Éramos escoltados por un equipo de agentes de la D.D.D y, cuando finalmente llegamos al edificio, el lugar estaba desolado. Los agentes que habían estado allí se habían marchado hace exactamente doce horas, dejando tras de sí un silencio ominoso que se extendía por los pasillos vacíos.
Nos bajamos del vehículo militar, Nick intercambia un par de palabras con sus compañeros, oigo que le desean suerte:
—Suerte, oficial Richard.
Nick se ajustó el traje completo con determinación antes de acercarse a mí con paso firme. Extendió el arma hacia mí, y sentí un nudo de nerviosismo en el estómago. Había dedicado tiempo a aprender sobre armas, sabiendo que era crucial en caso de que algo le sucediera y necesitáramos protegernos mutuamente.
Luego de aceptar el revolver, Nick abrió el candado del edificio con cuidado, siempre alerta ante cualquier posible amenaza. Su rifle permanecía en posición de combate, listo para actuar en caso de peligro. Al entrar, me guió con determinación hacia la portería, y cada paso que daba me acercaba un poco más al pasado oscuro que había intentado dejar atrás.
El lugar estaba como nuevo, casi ni se notaba que hace algunos días había habido una masacre ahí mismo. La limpieza meticulosa y el orden impecable apenas dejaban rastro de la tragedia que había ocurrido. Me senté en el escritorio, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escaparse.
Nick se sentó a mi lado, su mirada penetrante evaluando cada rincón con una atención aguda. Su presencia me reconfortaba, pero también me recordaba la amenaza constante que acechaba en las sombras.
—Me han informado de una cafetería en el edificio. Podemos ir y tomar algo para que te sientas más tranquila... ¿Qué te parece?—me dice, mientras se quita la máscara protectora.
—No puedes quitarte la máscara, Nick, es contra las normas.—le recordé mientras revolvía mi cabello.
—La usaré únicamente con los monstruos, no con humanos.
Asentí ante su terquedad.
—Se que esto es difícil... Vamos, acepta el café y volvamos en unos minutos.
Nick se sentó a mi lado, su mirada penetrante esperando por mi respuesta. Su presencia me reconfortaba, pero también me recordaba la amenaza constante que acechaba en las sombras. Asentí aceptando su café y Mientras caminábamos hacia la cafetería, no pude evitar que mi mente divagara hacia el recuerdo perturbador de mi encuentro con el doppelganger del lechero. Recordaba claramente cómo se había acercado a mí con una sonrisa siniestra en sus labios, sus ojos vacíos reflejando una oscuridad insondable. Y luego, aquel beso, frío y cruel, que había dejado un regusto amargo en mi boca y una sensación de horror en mi alma.
Cuestioné mi propia memoria en ese momento. ¿Era posible que mi mente estuviera jugándome una mala pasada? ¿Había sido realmente un encuentro con el doppelganger o solo una alucinación causada por el miedo y la confusión? La duda se apoderó de mí, nublando mis pensamientos con una neblina de incertidumbre.
Cuando llegamos a la cafetería, un olor a cigarrillo flotaba en el aire, interrumpiendo mis pensamientos. Fruncí el ceño, preguntándome quién podría estar fumando en un lugar como este, especialmente después de todo lo que había pasado en el edificio. El aroma era espeso y penetrante, envolviéndonos como una manta invisible de humo.
—¿Qué es ese olor?— murmuré, mirando a mi alrededor con cautela mientras intentaba identificar su origen.
Nick también parecía haber percibido el olor, su expresión tensa mientras escudriñaba el entorno en busca de cualquier señal de peligro. Nos detuvimos en la entrada de la cafetería, indecisos sobre si deberíamos entrar o no.
—No lo sé, pero deberíamos tener cuidado—, dijo Nick en voz baja, su mano instintivamente buscando su arma. —Mantente a mi lado.
En la penumbra de la cafetería, las sombras parecían cobrar vida, revelando una figura solitaria en los sofás más alejados y en el rincón más oscuro del local. La postura relajada, las piernas abiertas y el cigarrillo humeante entre los dedos de la mano izquierda indicaban una presencia que no pertenecía al lugar. Nick, con su entrenamiento militar, no dudó en levantar su rifle y elevar la voz.
—¿Quién anda ahí? Los residentes no pueden estar afuera de sus apartamentos, tendremos que llevarlo con nosotros—, anunció con autoridad, su tono firme y decidido.
La figura permaneció inmóvil mientras consumía el cigarrillo con calma, desafiando nuestra autoridad con su silencio. Con determinación, Nick se acercó a él, preparado para enfrentar cualquier amenaza que pudiera surgir. Y entonces, en un destello de luz, las luces del fondo se encendieron, revelando la verdad que yacía oculta en las sombras. Pude observar cómo, con una lentitud calculada, la figura misteriosa posó su barbilla sobre su mano, manteniendo el cigarrillo entre sus dedos, mientras nos miraba con atención. Su postura relajada, aunque desafiante, revelaba una confianza que no encajaba con la situación de tensión que se había creado en la cafetería.
Mi corazón se detuvo del horror al reconocerlo. Era él.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
