CAPÍTULO IV

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—Buenas noches, madre, padre, hermano y amigos. Este día se celebra el cumpleaños dieciocho de mi hermano Damián, no solo eso, sino que también el hecho que partir de ahora su opinión será tomada en cuenta en las decisiones de la nación… Todos ponemos nuestra… esperanza en que sus opiniones y decisiones… harán de esta, una mejor nación.— Terminé de decir eso mientras levantaba mi mirada hacia la expresión de mi madre.

Me encontraba ensayando mi discurso frente a mi madre, apenas había tenido tiempo de terminarlo pero había partes donde había rayado pues no me gustaba como estaba quedando. Tenía que improvisar unas partes y mi madre no era tonta como para no darse cuenta que ese discurso lo había hecho 5 minutos antes de verla.

—¿Estuviste holgazaneando? Arregla esa mierda de discurso, sin duda hay partes que debes mejorar y hacer un poco más largo el discurso.— Dijo mi madre con una expresión de enojo, su tono de voz era calmado pero en su mirada era obvia el enojo. Me acercó una hoja nueva de papel junto a una pluma para que empezará a reescribir pero ahora corrigiendo los errores.

—Madre, ¿Sabes dónde está mi hermano? ¡Oh ahí estás pequeño!— Dijo mi hermano mientras entraba a la oficina de nuestra madre, Damián tenía esa expresión alegre de siempre, no sabía cómo él podía lucir siempre esa maldita sonrisa y aura alegre y calmada. ¿Cómo lo hacía?

—Deja a tu hermano, Damián. Enrique está corrigiendo su discurso, y tú Damián deberías estar en la prueba de vestuario.— Dijo mi madre mientras se sentaba frente a su escritorio. Su expresión se suavizó un poco, cada vez que veía a Damián debía estar tranquila pues sabía que si le hablaba con un tono autoritario, Damián se molestaría y haría un escándalo enorme en su oficina.

—Por eso vine por mi hermanito, quiero que me acompañe en la prueba de vestuario y así de paso él también va preparando su traje para mañana.— Dijo mi hermano con una sonrisa mientras se acercaba detrás de mí y ponía su mano en mi hombro. 

Mi madre estaba pensando en lo que había dicho Damián, sabía que era buena idea. Me dejó ir con una sonrisa no sin antes recordarme que debo corregir mi discurso y que esa noche debía mostrárselo.

Los dos salimos de la oficina de nuestra madre, Damián me dio un ligero golpe en el brazo mientras me sonreía y guiñaba el ojo.

—Me debes una pequeñín.— Dijo Damián mientras nos dirigíamos a la prueba de vestuario.

Damián aveces podía a llegar un buen hermano y un príncipe perfecto. La mayoría de veces iba a la oficina de nuestra madre y me sacaba de las situaciones estresantes, sabía que cuando estoy a solas con nuestra madre, yo me ponía nervioso y llegaba a sofocarme de estar solo con ella. Así que él empezaba a inventar alguna excusa o invitarme a algún lado para que nuestra madre le dejara ir. Se lo agradecía mucho.

—¡Oh, Príncipe Damián y Príncipe Enrique! No sabía que el Príncipe Enrique también vendría.— Dijo el sastre mientras nos veía con su sonrisa amable. Era el sastre de nuestra familia, siempre fue amable con Damián y conmigo, había ovaciones en las que nos escondíamos de nuestra madre en la sastrería y ese señor siempre nos ayudaba a que no nos encontrarán. Era una buena persona, aún que su hijo no tanto.

—Bueno ya sabe, nos escapamos de la vista de nuestra madre.— Dijo Damián mientras se paraba para que le tomaran las medidas.

—Jajaja de usted príncipe Damián no me sorprende, pero de usted Enrique.— Dijo el sastre mientras medía el largo de los brazos de Damián.

El sastre tenía razón, mi hermano siempre se esconde para no hacer sus deberes reales. Y yo siempre estaba junto a mis maestros de deportes, modales, baile y con mis organizadores.

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