CAPÍTULO I

2 0 0
                                    


—Otra vez.— Dijo aquella voz femenina, era fría y seria al hablar. —De nuevo.— Seguía diciendo que lo hiciera otra vez, ya lo había repetido más de 15 veces y todas estaban mal, o al menos eso decía ella. Yo cansado, jadeando y el sudor bajando de mi frente hasta mis mejillas me detuve y le pregunté.

—¿Qué estoy haciendo mal… madre?—Pregunté mientras me detenía y secaba mi sudor con mi muñeca, la vi y su ceño no se frunció, mantuvo su expresión seria mientras me contestaba.

—Tu postura es mala, tus golpes débiles, tu desición al atacar es nula, tu mirada está en otra parte y tú mente está distraída.—Dijo mi madre, giró su cabeza un poco para ver el reloj colgado en la pared. —Hasta aquí la lección de esgrima. Bañate y cambiate, tu siguiente clase es la arquería.— Después de decir eso, ella dió media vuelta y salió del salón, dejándome ahí sólo.

Solté mi florete y sólo salí de aquel salón, me dirigí hacia mi habitación. Mientras me desvestía frente al espejo, vi como mi expresión era sombría y se asemejaba a la de mi madre. Odiaba eso, pero sentía que no podía hacer nada al respecto, estaba atrapado en la rutina.

Salí de bañarme, me vestí y tomé mi arco junto a mis flechas. Salí al área de arquería, mi madre estaba esperándome junto a mi profesor, ella me vió llegar, caminó hacia mí y solo me detuvo para decirme que lo hiciera bien pues vendrían a verme practicar.

—No vayas a cometer un error en la lección de hoy, vendrán a verte practicar tus actividades. Tienes que estar a las expectativas de un buen príncipe heredero.— Dijo mi madre mientras me acomodaba el cabello y de reojo veía como unas personas se sentaban en las gradas.

El entrenamiento fluyó, disparaba mis flechas y eran clavadas en el blanco. Las personas presentes aplaudían cada vez que la flecha era clavada en el centro, solo volteaba a ver si mi madre aplaudía también, una sonrisa de satisfacción se hacía presente cada vez que la veía aplaudirme y sonreír tras hacerlo bien.

Terminé mi lección y me acerqué a esas personas, me acompañaron a mi siguiente actividad y una de mis favoritas. Platicaron conmigo mientras llegábamos a los establos, ellos se fueron a las gradas mientras yo esperaba mi caballo para empezar mi lección de equitación. Solo escuchaba los aplausos de aquellas personas mientras corría junto a mi caballo, la equitación era mi deporte favorito pues sentía que era un escape de aquel mundo asfixiante, no odiaba la idea de ser príncipe, odiaba la presión de cumplir con las espectativas de las personas y el miedo a decepcionar a mi familia si no lograba ser lo mejor de lo mejor.

Mi día terminó, ahora me encontraba cenando junto a mi madre. La mesa era muy grande para nosotros dos, mi padre estaba en un reino vecino haciendo negocios y nuevas alianzas, mi madre se quedaba para supervisar mi comportamiento y rendimiento en mis actividades, buscaba que fuera el mejor príncipe y no hubiera algo que manchara mi imagen y la de mi familia.

Al día siguiente desperté y solo pensaba en la aburrida rutina que me esperaba, pero eso iba a cambiar.

Salí de mi habitación y me dirigí al comedor, lo único emocionante de mis días era ir al colegio pues ahí tenía a mis amigos. Terminé de desayunar, me cepillé los dientes, agarré mi mochila y subí al carro que me llevaría al colegio.

Llegué al colegio y en la entrada como siempre me recibió la directora y la subdirectora. —Buenos días Príncipe Enrique, esperamos que tenga un excelente día. Recuerde que se debe quedar después de clases para su lección de baile.— Dijo la directora al momento donde me detuvo, después me sonrió mientras yo entraba al colegio.

—Por fin estás aquí, tuve que llegar más temprano para adelantar la tarea. ¿Qué, de nuevo te vas a quedar después de clases?—Dijo Héctor, mi mejor amigo. Héctor era hijo de uno de los socios comerciantes de mi padre, teníamos buena relación, además era conde con un gran estatus social, así que mi madre y mi familia no decían nada.

HEREDEROWhere stories live. Discover now