Su perfume se cuela por todos mis sentidos, embriagándome de mil maneras; pierdo la noción del tiempo entre sus tibios besos y el aroma masculino ligeramente amaderado, entre el toque de sus dedos y nuestros latidos erráticos. Nos pasamos los siguientes segundos siendo un desastre de saliva y de torpes choques de dientes con cada beso. No es hasta que mi novio desliza sus manos por debajo de mi playera y toca mi cintura desnuda que vuelvo a ser consciente de lo que está pasando justo ahora, de lo que estamos haciendo y de lo que haremos a continuación. Me sobresalto por la acción inesperada y siento cómo las tontas mariposas en llamas que creí haber extinto revolotean en mi estómago, más fuerte que nunca.

Hola, mariposas, viejas amigas, ¿todavía viven? Creí que habían muerto, increíble, resucitaron, se aferraron, no desistieron. Qué bueno verlas de nuevo. No en esta situación, pero es lindo encontrarnos otra vez.

Suelto sus cabellos, aturdido, y pongo una mano en su pecho para que tomemos algo de distancia, él rompe el beso con un quejido que denota su disgusto por la acción y dejo salir una pequeña risa que choca con sus labios, no quiero descansar de su boca, pero todo esto estaba siendo demasiado abrumador, necesito al menos un momento para recomponerme y poder seguir. Aún estoy haciéndome a la idea de que esto es real y no una clase de sueño húmedo donde un incubo se hace pasar por mi novio para robarme la energía. Bueeeno, no es que vaya a robarme mucho. Y bueeeeno, si se hace pasar por mi novio tampoco me está robando nada, más bien yo me estoy ofreciendo gustoso y soy quien le anda robando todo.

En cuanto abro los ojos para verlo, vuelvo a perderme del mundo para perderme en sus lindos ojos verdes oscuros. Veo el deseo a través de ellos y eso me pone un poco nervioso, pero también provoca que la calidez de mi cuerpo se expanda. No solo por la mirada intensa y cargada de anhelo, sino porque su rostro está enrojecido al igual que sus labios hinchados, junto a eso, su respiración desacompasada y sus cabellos que antes estaban perfectamente peinados le dan un aire desastroso, Edward, que siempre es calma, ahora es desastre. Si así está él no me imagino cómo debo estar yo, debo verme aún peor.

Él se apoya sobre sus antebrazos que están a cada lado de mi rostro para no poner todo su peso sobre mí, esa simple posición me resulta ridículamente atractiva. Nuestros pechos suben y bajan al compás a la vez que miramos fijamente al otro pese a la oscuridad de la habitación; sus ojos vivaces no se apartan de los míos y brillan entre toda la penumbra, es ese destello que me hace saber que disfruta de esto tanto como yo, que me desea como yo a él. Intento mantenerle la mirada, pero caigo ante la tentación y hago otro repaso de su rostro, de su expresión: sus labios semiabiertos en donde no dejan de salir bocanadas de aire se ven demasiado provocativos, me incitan a capturarlos de nuevo con los míos, a dejarlos más hinchados y rojizos de lo que ya lo están. A tirar de ellos con mis dientes, a no soltarlos nunca.

No obstante, me contengo, las vergonzosas peticiones de mi cuerpo no son del agrado de mi poca –casi nula– cordura. Por eso desecho esas ideas y en su lugar acaricio el borde de sus labios con mis dedos, perfilándolos. Siento cómo sus comisuras se estiran en una sonrisa provocadora que desboca mi corazón. Regreso mi mirada a la suya y el ansia en él me hace sonreír también con un poco de timidez.

Para este punto no debería de sentirme tímido al respecto, pero es culpa suya y de cada parte de su cuerpo que me recuerda por qué creía que estaba fuera de mi alcance. Sonrisa perfecta, ojos verdosos profundos que te arrancan un suspiro con solo una mirada, brazos fuertes que podrían sostenerte con facilidad, una linda nariz y una boca muy incitadora. No puedo creer que este chico tan guapo sea mi novio, mucho menos que esté sobre mí, metafórica y literalmente hablando.

A mis ojos, él es la persona más atractiva sobre la faz de la tierra, y no hablo solo de su físico, sino también de su bendita personalidad, su gran corazón, su maldita inteligencia y su envidiable creatividad y talento. No es justo. Tiene todo el paquete completo. Él se llevó todas las virtudes y luego dejó a los mortales como yo sin nada. Se lo perdono solo porque es mío, al menos hice algo bien para tenerlo conmigo.

Una perfecta confusión Where stories live. Discover now