Capitulo 44

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Mientras acompaño a Lali a su cita el martes, me surgen un montón de preguntas. ¿Deberíamos informar al doctor Jack del embarazo? ¿Son más elevados los riesgos debido al estado en que se encuentra Lali? Se le olvidan cosas todo el tiempo. Pequeñeces, pero la cuestión es que se le olvidan. ¿Tendrán que hacerle otro TAC? Y, de ser así, ¿pondrá en peligro la salud del niño? Y luego está la edad, aunque jamás se lo diría a ella, pero ya no tiene veinte años.

Me empieza a doler la cabeza.

—Para —dice Lali a mi lado, en el coche, mirándome como si supiera lo que estoy pensando.
No cabe duda de que lo sabe. Para mi mujer soy transparente. Y ahora, teniendo en cuenta la presencia de ese dique que contiene sus recuerdos, me sorprende más aún su capacidad. Me pone la mano en el muslo, y respiro hondo y le aprieto los dedos.

—¿Por qué no me cuentas cómo fue la primera ecografía con los mellizos? —sugiere, a todas luces intentando distraerme para que no me preocupe, y funciona.

La risotada que suelto llena el coche. Aquel momento. Cómo dejé de sentir las piernas cuando el médico señaló dos corazones. No sabía si reírme o llorar. Sin embargo, mi alegría se desvanece cuando recuerdo cómo acabamos en el hospital para que nos hicieran una ecografía no programada. Una ecografía para comprobar si mis hijos seguían vivos. El estómago se me revuelve, un sinfín de flashbacks asaltando mi cabeza: el accidente de Lali, el robo del coche..., ver cómo le corría la sangre por la desnuda pierna.

Me estremezco, y sé que Lali lo nota, porque se mueve inquieta en el asiento y ladea la cabeza, mirándome con la frente surcada de arrugas.

—¿Qué pasa, Pitti? Estás blanco como la pared.

—Nada.

Mierda, tengo que reponerme. Esbozo una sonrisa para tranquilizarla.

No mencionaré que me robaron el coche ni que el conductor sacó a Lali de la carretera. Ése fue el principio de los acontecimientos que acabarían ocasionando los peores momentos de nuestra vida. No es preciso que tenga esa información. Ahora no. Quizá nunca.

—El día de la primera ecografía... —medito, centrando mi atención en la carretera—. Por aquel entonces tú no sabías que yo tenía un hermano mellizo.

—¿No lo sabía? —Parece sorprendida,  y no debería extrañarme—. ¿Por qué?

Me encojo de hombros con absoluta naturalidad.

—Ahora ya sabes que tenía un pasado. Ésa era una de las partes más

dolorosas, y hablar de ello no era mi prioridad.
—Le dedico una sonrisa cuando me aprieta la mano—. Cuando el médico nos dijo que había dos corazones en tu barriguita, me llevé un buen susto.
Ava suelta una risita, el sonido dulce y puro, su mano pasando a su tripa y describiendo círculos.

—No contaba con tener mellizos, y cuando descubrí que íbamos a tener dos hijos, me retrotraje a una época de la que nunca hablaba.

Ahora su sonrisa es triste, como la mía, así que decido romper el ambiente sombrío, porque en último término fue un momento maravilloso. Una vez que superé el susto.

—El médico nos dijo que escuchaba perfectamente dos corazones. Tal cual. Dos. Me pilló desprevenido.

Sonrío, recordando de sobra la ingravidez de mi cuerpo en ese instante, porque se oían latidos, y eso suponía un alivio inmenso después del accidente, pero vino acompañado de una sensación de absoluta confusión.
—Seguro que el cerebro no me regía bien, porque lo único que recuerdo

que pensé fue: «¿Mi hijo tiene dos corazones?». Creo que incluso lo dije. lali suelta una carcajada y ese sonido y su evidente regocijo me hacen reír a mí. Esto es lo único importante: las cosas buenas, los recuerdos felices. No paro de cuestionar mi decisión de ocultarle las cosas chungas, pero cuando la veo así, tan alegre, animada, esa duda se ve acallada por su cara de satisfacción.

Devoción Where stories live. Discover now