18.

17 2 4
                                    

—He visto tus llamadas perdidas. Y tus mensajes. Juan también me ha dicho que has llamado.

    —Yo pensaba que ya no te despertarías del coma etílico —bromeó Clara.

    —Pillamos una buena, tía.

    —Ya ves. Una cosita, ¿es cierto que ayer te fuiste con un chico? Me lo ha dicho un pajarito. Igualmente, me quedo preocupada por si es algún enfermo que te haya secuestrado. Me ha dejado preocupada. ¿Estás bien? ¿No estás en peligro?

    —¡No digas chorradas! Estoy perfectamente bien, Eva. Se trata de un compañero de trabajo.

    —¿Un compañero de trabajo? A ver, Juan se fio porque dijo que se notaba que había una buena conexión entre vosotros. Que os conocíais. Pero ya sabes las cosas que pasan, y, nada más he abierto los ojos, he tenido que llamarte, por si tenía que salir a tu rescate, a arrear hostias como panes a quien fuera el cabrito que lo hubiera hecho.

    —Podéis estar tranquilos. Estoy a salvo. Con resaca. Pero a salvo.

    —¡Uf! Es todo un alivio. Te lo juro. Y dime, ¿quién es tu compañero de trabajo?

    —Es el profesor de educación física.

    —¿Qué? ¿No jodas? ¿Y está cañón? ¡Quiero saber!

    —Sí. Lo está.

    —¡Ah, pillina! Tú has hecho algo con él.

    —No. Como me vio borracha, se portó como un caballero, y solamente me trajo a casa, como Juan contigo.

    —¡Ay, mierda! Que te lo has perdido. ¡Oye, tienes que volver a quedar!

    —No me gusta mezclar el trabajo con el placer. Lo sabes.

    —¿Quién se va a enterar? Tú dile que le cortas los huevos si habla.

    —¿No te has parado a pensar en si tiene pareja?

    —¿La tiene?

    —¡No! Pero...

    —¿Entonces?

    —Resulta que no me puedo quitar a Alfonso de la cabeza.

    —Oye, bonita, ese capullo siquiera te ha llamado. Ha pasado de ti hasta el culo. Así que puerta.

    —¿Y si está tan confuso como yo?

    —¡Tú dale caña a Terminator!

    —¡Ja! Muy graciosa. Pero no.

    —¿Y tú, con Juan? ¿Cómo van las cosas?

    —Buf, regular. Sigue con las mismas ideas y no cambia. Encima me regaña por ser descuidada.

    —Se preocupa.

    —¡Sé defenderme sola!

    —No, estando borrachas. No debimos sobrepasar los límites. —Suspiró como si le doliera más a ella, que a su amiga—. Se preocupó. Y fue a buscarte. Te quiere mucho, Eva. No lo dejes escapar.

    —¡Pues que respete mis decisiones!

    —¿Y si le propones tener una mascota? Podríais realizar, a través de él, el rol de familia. Hay quien tiene algo asó. Por raro que se vea.

    —No. No tenemos tiempo para sacar a un perro. Ni para cuidarlo adecuadamente. Y un largo etc. de necesidades que deba realizar por el cachorro. Los dos trabajamos. No tenemos tiempo.

¡Maldito Romeo!Where stories live. Discover now