6.

15 3 2
                                    

     Palpó algo blandito y redondo debajo de su mano. De hecho, ella misma estaba recostada sobre algo mullido, cálido y agradable.

    —Un segundo...

    Se incorporó como un resorte, espantada, llevándose la mano libre a la boca cuando se dio cuenta de que, lo que tocaba su otra mano era el trasero del chico con el que se citó ayer. Como por inercia y tentación, pellizcó por encima del pantalón, ya que parecía que se habían acostado vestidos. ¿Y, cómo demonios habían llegado hasta allí?, fue lo que se preguntó entre aquel par de pellizcos extra. Escuchó al dueño del trasero gruñir, revolviéndose, y retrocedió reptando con el culo, a una distancia prudente. ¡Pues sí! Había pasado la noche con el chispitas. Emitió otro gruñidito el susodicho. Abrió los ojos y eso hizo que Clara emitiese un quejido ahogado, preocupada por lo que fuera a suceder a continuación. Le dolía la cabeza horrores, con la resaca. ¿A quién le mandaría terminar con una ronda de chupitos y de copas intentando afrontar la nueva dirección que había tomado al proponerle ser novio de alquiler? ¡Estaba bien loca!

    —¿Qué...? —Habló con la voz pastosa, todavía con la mente nublada por los últimos restos del alcohol.

    ¡Maravilloso! Menuda escenita. ¿Para qué habían estudiado qué decir cuando se pusiera frente a su familia, si después de tanto alcohol imprevisto, no se acordaría de nada? ¡Menudo trabajo de tontos!

    —¿Cómo...?

    Clara puso la palma frente a él.

    —Estoy igual que tú. Así que deja de atosigar. Por cierto, ¿me das el maldito ibuprofeno? ¡Juro que me va a estallar el cráneo! —se lo frotó.

    Alfonso alzó un dedo.

    —Dame unos minutos para aclararme la mente porque, joder... —La observó con mayor intensidad con aquellas pupilas del verde del jade más hermoso. ¡Mal asunto! Pues con ello lograba que se aturdiera todavía más, empeorando su resaca—. De verdad no sé ni cómo hemos llegado aquí... —Se tomó unos segundos para investigar. Se dio una palmada suave sobre los ojos—. ¡Joder! ¡Si estamos en mi habitación! —Observó el cuerpo de ella, y el suyo—. Vestidos... ¡Vaya! Siquiera ha ocurrido nada interesante... y estamos en mi habitación.

    Clara le golpeó el hombro. Él emitió un quejido.

    —¡No seas tan desagradable! —fue protestando, escurriéndose hacia el filo de la cama—. El analgésico, por favor. Quiero salir de aquí cuanto antes.

   Alfonso se levantó de un salto cuando escuchó su teléfono.

    —¡La hostia! ¡Que tenía que ir a currar! —gritó, llevándose la mano a la cabeza—. Mi jefe me mata —fue rezando, dirigiéndose hacia el armario, sin preocuparse de que ella estuviera delante cuando se cambiase de ropa.

    —¡Eh! ¿Puedes esperar a que salga, por favor?

    —¡Ya puedes echar a correr! Si no me largo ya, me quedo sin trabajo. Por cierto... ¿Qué día es hoy?

    Clara se lo pensó un poco frotándose la nuca intentando concentrarse.

    —Creo que... Nochebuena.

    Alfonso la observó con preocupación.

    —Lo siento. De verdad que lo siento —dijo, al tiempo que hacía aspavientos con una mano—. Mañana no podré serte de utilidad. Ayer iniciamos un inesperado duelo de borrachos que me ha quitado la cualidad de recordar. Porque, puede que empezáramos a estudiar a tu familia, y ya no recuerdo nada.

    De nuevo sonó el teléfono. Era de la empresa para la que trabajaba. Él respondió avisando de que iba para allá. Que se le había complicado la mañana. Pero que ya iba para allá.

¡Maldito Romeo!Where stories live. Discover now