—Ahí está Nick—dice Ava, señalando el bar—. Y Emi

¿Ha venido con alguien? Cambio de rumbo deprisa, dirigiéndome hacia ellos. El grandullón sonríe, probablemente más de lo que yo le haya visto nunca, y ha hecho un verdadero esfuerzo: el traje negro que lleva es nuevo, eso seguro, la camisa blanca almidonada, y la calva superbrillante, sin duda le ha estado sacando brillo. En cuanto me ve, la viva sonrisa se vuelve una mirada ofensiva. Una mirada que podría hacer que se contrajera cada uno de mis músculos, y tengo muchos.

Pero, claro está, no hago ni caso de su repentina pose amenazadora y me estiro cuan largo soy.

—No lo provoques —me advierte Lali.
Hago un gesto de burla. Llevo mucho tiempo esperando esto.

—Nick . —Apoyo la mano con firmeza en su compacto hombro. No se
mueve ni un centímetro—. Parece que quieres impresionar a alguien.

Sus ojos se tornan sombríos, lo que hace que yo sonría más.
A continuación miro a Emi, y la ciego con mi mirada.

—Y tú estás deslumbrante. Espero que Nick te lo haya dicho.

—No lo veo haciendo un cumplido.

—Pues me lo ha dicho, sí. —La mano de Emilia busca la de Nicolas—. Y unas cuantas veces, a decir verdad.

Nick me sigue fulminando con la mirada y yo sigo sin hacerle ni caso.

—Qué romántico.

Sus ojos me dicen que me vaya de una puta vez si no quiero que me parta esa cara de creído que tengo, pero jamás me lo diría delante de su nueva amiga.

—Entonces ¿lo vuestro es oficial?

—Juan Pedro. —Lali suspira, parece cansada de mi juego. ¿Cansada? Si no he hecho más que empezar

Por lo menos se acuerda de mi nombre completo

—. Vamos a buscar a Agus y Candela.

—Buena idea —refunfuña Nick mientras Lali tira de mí, pero yo no puedo borrar la sonrisa de mi cara—. Pasadlo bien —dice Nicolas, todo menos sincero.

—Igualmente —contesta Lali, los tirones de mi brazo cada vez más fuertes—. Peter , por el amor de Dios, ¿quieres comportarte?

—Esto es mucho, nena.

Transijo y me vuelvo, dejando que Ava me guíe a través de la multitud. —Sólo he visto que se le caiga la baba con sus bonsáis.

—¿Tiene bonsáis? —exclama.

Su asombro está justificado teniendo en cuenta que hablamos del hombre
descomunal, con pinta de agresivo, al que quiero con toda mi alma.

—Si presta a Emilia la misma atención que a esos arbolitos, se sentirá muy especial.

Veo a Agustin con Candela, que se está metiendo un canapé en la boca. —¿Tienes hambre, Cande? —pregunto, alarmado al ver que acto seguido
se come otro.

—Por favor —farfulla con la boca llena, cerrando los ojos como si fuese
un bocado del paraíso—. No puedo parar de comer.

—Coge otro y lo sostiene en la mano mientras se acerca a Ava para darle un abrazo

—. Comida. Dame comida y seré feliz.

Ava se ríe mientras Agus menea la cabeza, risueño.

—¿Vamos a sentarnos? —pregunto, pensando en el barrigón de Cande y la pierna mala de mi mujer.

—No. —Agus cabecea mientras señala con la cerveza a un camarero que pasa—. Cande ha descubierto el camino que lleva a la cocina, y éste es el mejor sitio para pillar lo bueno antes que los demás. Nos pasaremos aquí toda la noche.

Devoción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora